Como higuera en un campo de golf analisis
Antonio Cisneros:
La higuera solitaria
Comentarios vitales
Perteneciente a la denominada Generación del 60, Antonio
Cisneros (Lima, 1942) alcanzó un temprano reconocimiento
público y de crítica local en 1964, cuando fue publicado el
poemario Comentarios reales. Sus dos primeros libros, Destierro (1961) y David (1962) acusaban todavía los defectos y vacilacionespropios de un poeta inmaduro y en plena búsqueda de un camino individual —aunque David abriría una ruta
que Cisneros retomará y explotará con eficacia dos décadas
más tarde—. Por ello, llama la atención que ese tercer libro,
que dialoga intertextualmente con la obra del Inca Garcilaso
de la Vega (distante tan sólo tres años del bisoño debut) presentara, con desenfado y absoluta seguridad derecursos, una
visión paródica, amarga e implacable de la historia del Perú,
sin precedentes en nuestros predios poéticos.
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Comentarios reales no sólo condicionó el rápido acceso
de Cisneros al canon poético, sino que lo ubicó, por méritos
propios, en un casillero expectante de la poesía hispanoamericana de su tiempo. Junto con él, creadores de varios países
—algunos coetáneos y otrosmayores— se encontraban inmersos
en la tarea de establecer los hitos de otro lenguaje, que fuese
un correlato de las transformaciones sociales y culturales por
las que América Latina y el mundo entero transitaban en aquellos momentos. La novelística, encabezada por los gurúes y
santones del boom, también libraba su propia batalla, con
resultados muy bien aprovechados por la industria editorialasentada sobre ambos lados del Atlántico. Como era presumible, dadas las circunstancias, muchos de esos poetas centrarían
parte de sus preocupaciones en el tema de la ciudad.
En Hispanoamérica y, en general, en todo el Tercer Mundo, los conglomerados urbanos, producto de la colonización
occidental y el sojuzgamiento de las etnias aborígenes, comenzaban a desnudar las contradicciones deproyectos nacionales
truncos o signados por la incompetencia y miopías de las élites gobernantes. Las grandes urbes, como símbolo y espacio
real de una civilización en crisis, ya habían dado incontables
pruebas de su impronta desde que Charles Baudelaire la elevara a sus altares particulares:
Baudelaire pudo ver a través de la multitud el paisaje desolador de las calles de París. Sus personajes son lagente de
la calle, generalmente desterrada del paraíso de la ciudad
luz. Baudelaire, en uno de los proyectos de prefacios a sus
Flores del mal escribió: “Francia atraviesa una fase de vulgaridad. París centro y luminaria de estupidez universal. A
pesar de Molière y Beranger, jamás se hubiera creído que
Francia iría tan lejos por las vías del progreso”. Esta afirmación reconfirma la visiónnegativa que este poeta tenía
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de París y de su aparente progreso. El progreso para Baudelaire cala en algo más profundo. Para él no significan
progreso los grandes edificios, los bulevares anchos donde
se paseaban los miembros de la burguesía francesa, ni las
luces que adornaban las calles en las largas noches de
París... (Zapata, 1998: 248).
La ciudad moderna no representa uobjetiva, por lo tanto,
la culminación de todas las aspiraciones y anhelos humanos.
Tampoco es el territorio donde se resuelven los traumas colectivos. Implica, por el contrario, la cancelación de muchas vías
de ascenso espiritual. Salvando las distancias ideológicas y los
propósitos, no fue gratuito que los credos maoístas (como
aquel que entre 1975 y 1978 llevó a cabo un genocidio en
Camboya)abjuraran violentamente de las urbes, considerándolas encarnaciones demoníacas del capitalismo, y promovieran el traslado de la población al campo, en un intento por
invertir la pesada rueda de la historia.
El contexto formativo de Cisneros está profundamente influido por una experiencia baudeleriana de la ciudad, en tanto
ella es portadora del mal que desnaturaliza al hombre y lo lleva
en...
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