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ROBERT BLOCH
PSYCHO. 1961
TRADUCCIÓN: CARLOS PAYTUVI
Best Sellers Planeta, nº 60
Editorial Planeta, 1985
Digitalización: J. M. C., 2002
El diez por ciento de este libro está dedicado a Harry
Altshuler, que hizo el noventa por ciento del trabajo.
CAPITULO PRIMERO
Norman Bates oyó el ruido y se estremeció.
Era como si alguien estuviera golpeando los cristales de lasventanas.
Levantó la mirada, rápidamente, dispuesto casi a ponerse en pie, y el libro resbaló de sus manos para
caer en su amplio regazo. Entonces comprendió que aquel ruido era tan sólo lluvia, la lluvia que caía al
morir la tarde, cuyas gotas golpeaban la ventana de la salita.
No se había dado cuenta de la llegada de la lluvia, ni de la penumbra. Pero la salita estaba ya bastante a
oscuras, yantes de proseguir su lectura alargó la mano para encender la lámpara de sobremesa.
Era una lámpara anticuada, con una pantalla adornada y lágrimas de cristal. Podía recordarla desde que
tenía uso de razón, y su madre se negaba a desprenderse de ella. A Norman no le importaba; los cuarenta
años de su vida habían transcurrido en aquella casa y era agradable y tranquilizador sentirse rodeado decosas conocidas. Allí dentro todo estaba ordenado; los cambios sólo se producían en el exterior. Y la mayor
parte de ellos llevaban en sí una amenaza en potencia. ¿Y si se le hubiera ocurrido pasar la tarde paseando,
por ejemplo? Tal vez se hubiese encontrado en alguna solitaria carretera vecinal o incluso en los pantanos,
cuando empezó á llover. Se habría calado hasta los huesos, y se hubieravisto obligado a regresar casi a
ciegas a su casa, en la oscuridad. Y el enfriamiento que seguramente hubiera cogido le habría podido causar
la muerte. Además, ¿a quién le gustaría estar fuera de casa, después de oscurecer? Era mucho más agradable
encontrarse en la salita, leyendo un buen libro.
La luz alumbraba su cara regordeta, se reflejaba en sus gafas de lentes montados al aire, y bañabasu
rosado cuero cabelludo bajo el escaso cabello rufo, cuando se inclinó para proseguir su lectura.
Era un libro realmente fascinante, y no debía extrañarle que no hubiese observado el rápido transcurso
del tiempo. Norman jamas había encontrado parecida abundancia de curiosa información como en The
Realm of the Incas, de Victor W. von Hagen. Por ejemplo, aquella descripción de la cachua, odanza de la
victoria, en la que los guerreros formaban un gran círculo, moviéndose y retorciéndose como una culebra.
Leyó:
«El redoble se efectuaba generalmente en lo que había sido el cuerpo de un enemigo; había sido
desollado, estirándose el vientre para formar un tambor, y todo el cuerpo actuaba a modo de caja de
resonancia, mientras los sonidos salían por la boca abierta; era algo grotesco,pero efectivo»1.
Norman sonrió permitiéndose después el lujo de un tranquilizador estremecimiento. Grotesco pero
efectivo... Sí, debió haberlo sido. ¡Desollar un hombre -vivo, probablemente- y luego estirarle el vientre para
utilizarlo como tambor! ¿Cómo lo harían para conservar la carne del cadáver, para evitar que se
corrompiera? Y, además, ¿qué mente habría concebido semejante idea?
No eraun pensamiento agradable, pero cuando Norman entornó los ojos casi pudo visualizar la escena:
una multitud de guerreros pintarrajeados y desnudos, retorciéndose al unísono bajo un cielo salvaje y
ardiente, y al viejo, sentado en cuclillas ante ellos, arrancando un inacabable ritmo del vientre hinchado y
distendido de un cadáver, cuya boca se mantendría probablemente abierta fijándola con grapasde hueso,
para que pudiera salir por ella el sonido. Los golpes dados en el vientre repercutirían en los encogidos
orificios interiores y surgirían, ampliados y con toda su fuerza, por la muerta garganta.
Por un momento Norman casi oyó el redoble (y entonces recordó que también la lluvia posee ritmo) y
unos pasos...
En realidad, percibió los pasos antes de oírlos; un largo hábito venía en...
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