Ensayo
(fragmento del libro)
Juan Ramón Lodares
Mucha gente en el mundo es capaz de hablar inglés. El resto lo intenta. Gracias a ese resto, el idioma se ha convertido en unafuente de ingresos para los británicos comparable a las rentas del petróleo. Algo similar ocurre en Antigua o Quetzaltenango, ciudades guatemaltecas donde el negocio turístico se ha especializado,prácticamente, en cursos de lengua española para que los norteamericanos pronuncien correctamente «la lluvia en Sevilla es una maravilla». Solemos considerar las lenguas como cosa del espíritu y la cultura;sin embargo, hace ya algún tiempo que son poderosas materias primas para industrias propias de nuestros días.
El pasmoso desarrollo experimentado por los medios de comunicación en pocos años y lasnecesidades de entenderse en un mundo cada vez más internacionalizado, han dotado a algunos idiomas de unos valores económicos desconocidos hace un par de generaciones; viceversa, infinidad de actividadeshan visto como la lengua multiplicaba sus posibilidades mercantiles.
El español pertenece a este particular club de lenguas de importante valor y rentabilidad económicos. Es razonable suponer quelas sociedades posindustriales, donde los servicios y las comunicaciones van incrementado su peso frente a las fuentes clásicas de producción, el valor económico de la lengua se multiplique. Cuando elacadémico Gregorio Salvador se refirió al español con la escueta definición «nuestro petróleo», estaba refiriéndose a un hecho evidente que otros autores fuera del ámbito hispanohablante también hansabido ver.
En un artículo publicado en la revista Time hace ahora tres años, Ronald Buchanan decía: «language is money», pero no refiriéndose al inglés sino al español como lengua ventajosa ante lasperspectivas comerciales de Hispanoamérica, Brasil y los propios Estados Unidos.
En realidad, la formación de grandes dominios lingüísticos internacionales como puedan ser los que hoy representan...
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