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Por: Klaus Ziegler
La historia de los descubrimientos científicos abunda en testimonios relacionados con esos momentos de iluminación cuando una gran idea se revela de improviso en la mente de su creador.
Cuenta el escritor romano Marco Vitruvio que el rey Hierón II, sospechoso de su orfebre, hizo llamar a Arquímedes para que averiguara si su corona había sidoelaborada de acuerdo con su voluntad, en oro puro, sin mezcla de ningún otro metal. Según la leyenda, la solución del enigma brotó de manera repentina en la mente de Arquímedes mientras tomaba un baño. Dicen que, eufórico, olvidó vestirse, y así, desnudo, salió gritando por las calles de Siracusa, "¡Eureka!", "¡Eureka!" (lo encontré). Estos hechos los relata Vitruvio dos siglos después de la muerte delmatemático griego, y seguramente son tan espurios como la legendaria corona.
Entre otras tantas anécdotas de inspiración súbita se cuenta la del médico francés Charles Nicolle, en relación con el entonces misterioso mecanismo de transmisión del tifus exantemático, enfermedad endémica en Túnez a comienzos del siglo pasado. Siendo director del Instituto Pasteur, Nicolle notó algo extraño: losvecinos de cama de aquellos pacientes con tifus rara vez contraían el mal, mientras que el personal encargado de recibir a los enfermos de esa “fiebre pútrida” casi siempre terminaba contagiándose. Un día cualquiera, cuando se disponía a franquear la puerta del hospital, lo detuvo el espectáculo de un hombre delirante, febril, tirado al pie de las escaleras. Fue al pasar por encima del moribundo que unaidea cruzó como un relámpago por su mente: si el contagio ocurría en la sala de recepción, el lugar donde al enfermo le quitaban la ropa, lo lavaban y luego lo afeitaban, era porque el agente transmisor debía ser algo que llevaba sobre sí; ahí estaba la solución del misterio: ¡era el piojo!
Pero, ¿qué sucede en nuestra mente cuando se suscita esa experiencia “¡ajá!”? Los sicólogos conjeturan quedetrás de la iluminación repentina subyace una labor subconsciente, el trabajo silencioso de un sinnúmero de rutinas de comparación, relación, clasificación, deducción… Después de un primer período de incubación, las ideas mutan, se barajan, se combinan, se hibridan con otras. Luego, en forma inesperada, el producto final aflora a la consciencia, y es cuando percibimos con nitidez aquello que sevenía forjando en la penumbra.
Pero esos momentos de inspiración no son patrimonio exclusivo de los grandes creadores. Por el contrario, hacen parte de nuestras experiencias cotidianas. Cualquier aficionado a los crucigramas ha tenido la grata vivencia de encontrar la palabra buscada, en el momento menos esperado, horas después de haber abandonado la infructuosa labor. Lo mismo nos ocurre cuandointentamos recordar un nombre o resolver un acertijo: tras un esfuerzo prolongado, y luego de una pausa, la respuesta salta a la mente, y parece tan obvia que nos asombramos de no haberla notado antes.
Todo trabajo creativo lleva tanto de sudoración como de inspiración. Con razón decía Picasso, “Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”. Pero además del tesón hay otro ingredienteno menos significativo en el proceso de creación: el azar. Factores aleatorios juegan un papel nada despreciable en la producción de nuevas ideas. Esto quizás explique por qué algunas innovaciones, por simples que parezcan, tardan a veces largo tiempo en aparecer. Un invento tan obvio como la bala demoró siglos. Y no fue hasta hace poco que alguien tuvo la ocurrencia infantil de adicionarle unpar de ruedas a las maletas, aunque tanto la maleta como la rueda se cuentan entre los objetos más antiguos de la cultura humana. Las tapas giratorias de las botellas de cerveza, tan comunes en Colombia, son todavía desconocidas en muchos lugares de Alemania. El “clip”, ese alambre de acero en forma de doble U, a pesar de su simpleza, tardó años en inventarse.
Las “gimnasias creativas”, también...
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