La la la

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Confianza

Tuve que hacer un gran esfuerzo por no quedarme dormida mientras mi madre me acariciaba suavemente mi castaña cabellera. No solía hacerlo, pues ella no era en realidad una persona muy afectuosa; quizá era por eso que no estaba muy acostumbrada a recibir muestras de cariño como esa sin pensar que había algún tipo de intención oculta detrás de ella. Aunque no consideraba que fueraprudente preguntárselo, estaba segura de que ella había percibido que había algo que me molestaba. Quizás la delatora era mi ceja derecha, la cual aún se encontraba en alto, en señal de desconfianza.
—¿Qué es, cariño? —me preguntó, a la vez que su reflejo en el espejo frente a nosotras me dedicaba una tierna sonrisa.
Mi garganta soltó un sonido muy parecido a un gruñido, y me encogí de hombros.—Siento que le estás dando demasiada importancia a todo esto, nada más —le dije, intentando parecer tan seria como podía. Eso era lo que había estado haciendo durante aquellos últimos días: permanecer imparcial, dejando de lado toda preocupación, sólo para tranquilizar a mi familia.
Una de las comisuras de mis labios se alzó, divertida ante la ironía de aquello último. A decir verdad, deberíanser ellos quienes estuvieran calmándome.
—Es que… —comenzó a decir, aunque se interrumpió a sí misma para soltar un suspiro cansino. Sus brazos cayeron al unísono a ambos lados de su cuerpo, y cerró sus ojos durante varios segundos. Finalmente, volvió a abrirlos, sólo para que yo notara que en ellos se habían acumulado varias lágrimas que amenazaban con salir.
Tuve la impresión de que mi corazóntrepaba por mi garganta, y me impedía respirar. Tragué saliva varias veces, pero ese nudo parecía querer quedarse allí para siempre. Ese ataque de nervios también se había convertido en algo usual para mí en aquellos últimos días.
—Madre… —susurré, pero no había caso. Gotas saladas abandonaban sus ojos y caían por sus mejillas con una frecuencia inimaginable para mí, que no solía llorar por másdura que fuera la situación que me agobiara. Sin embargo, ella era mucho más débil que yo, y siempre lo había sido. Diecisiete años de experiencia lo demostraban.
Arrugué mis labios, sin saber muy bien cómo reaccionar. Yo no era muy buena consolando a las personas, y no pertenecía al grupo de quienes sabían qué decir en toda ocasión. Así que me limité a dejar la silla para ponerme de pie yacercarme hacia ella con sigilo, como si no quisiera espantarla. Le di un par de palmaditas en su espalda.
—Vamos, no te pongas así —casi le rogué, sintiéndome sumamente inútil. Ella no dejaba de lamentarse, y ahí estaba yo, parada como una idiota, sin saber qué hacer para aliviar un poco su dolor. Le acaricié los cabellos como ella había estado haciendo con los míos hacía tan sólo un par de segundosatrás, y me mordí el labio inferior con impotencia—. Es sólo un período de prueba, una cosa de una semana —le dije, asintiendo varias veces con mi cabeza, aunque sin ser capaz de convencerla.
Después de todo, era una mentira. Yo de veras quería irme de allí. Y ella lo sabía.
—Lo siento —musitó, irguiéndose para abrir sus ojos una vez más. Los encontré rojos y algo inflamados, y sólo en esemomento me di cuenta de que tenía imponentes ojeras debajo de ellos.
Eso me preocupó. ¿Cuándo había sido la última vez que había dormido? ¿Era por mí, porque temía que algo malo fuera a sucederme?
Ese último pensamiento me hizo estremecer. De repente, ya no me sentía tan capaz, pues la confianza de mis padres era básicamente lo único que me había ayudado a atravesar aquellos últimos días. Eso memolestó un poco, pues de veras no me gustaba que ellos me vieran como una incompetente.
—Estaré bien, mamá. Todo irá bien —le aseguré, haciendo un gran esfuerzo por esbozar una sonrisa, la cual ella no tardó en responder con torpeza. Y fue en ese momento que me di cuenta de que no podía estar enojada con ella, pues la entendía. Aunque deseaba no poder hacerlo, pues eso significaría que Marco aún...