la paradoja computacional
Conclusión: La paradoja computacional y el desafío cognitivo
(Capítulo 14)
Si un visionario, tras echar una mirada al panorama de la ciencia a comienzos de este siglo, hubiera anunciado la llegada de la nueva ciencia de la mente, tal vez habría estado justificado en hacerlo.Después de todo, basándose en la tradición filosófica griega y en el Iluminismo, y a la luz de los espectaculares avances de la física, la química y la biología, la solución del misterio de los procesos mentales humanos parecía cercana. Por añadidura, a fines del siglo XIX surgieron una pléyade de nuevas disciplinas concernientes, en particular, al pensamiento y la conducta del hombre. Sin lugar a dudas,la posibilidad de observar a individuos pertenecientes a numerosas culturas y los últimos hallazgos sobre el sistema nervioso humano, sumado todo ello a las poderosas herramientas de la lógica y la matemática, tarde o temprano debía dar origen a una genuina ciencia de la mente.
Desde una perspectiva más contemporánea, parece claro que tenían que cumplirse tres condiciones antes de que este sueñopudiera concretarse. En primer lugar, era menester demostrar las insuficiencias del enfoque conductista; en segundo lugar, había que reconocer las particulares limitaciones de cada ciencia social; por último, el advenimiento de la computadora daría el impulso final para esta nueva ciencia cognitiva.
En los capítulos precedentes he mostrado cómo se cumplieron estas tres condiciones. Hacia 1948,cuando Karl Lashley presentó su famosa ponencia en el Simposio de Hixon sobre el problema del orden serial en la conducta, ya era evidente para muchos hombres de ciencia que el enfoque conductista de la actividad intelectual humana tenía fallas fatales. Por lo mismo, se estaban volviendo palmarios los límites de otras escuelas también pertenecientes a la órbita conductista – el positivismo lógico,la lingüística estructural, el funcionalismo antropológico, la reflexología pavloviana -. Era imperioso abordar con enfoques renovados estas cuestiones.
Junto al descubrimiento de las limitaciones de la postura conductista se fue advirtiendo cada vez más que cada ciencia humana y conductual, practicada por separado, tenía netas limitaciones que la invalidaban. La ambivalencia de la filosofía encuanto a la significatividad de los datos empíricos para resolver cuestiones epistemológicas de antigua data, la dificultad de la psicología para amoldar los enfoques experimentales a problemas en gran escala, los escollos que encontraba la antropología para trascender los estudios de casos singulares, las ambiciones de la neurociencia por examinar capacidades humanas que se rehusaban a que se lasredujera al nivel neural: todo ello volvía urgente la necesidad de que estas diversas ciencias fueran secundadas por sus disciplinas vecinas.
Lo decisivo fue, quizá, la confluencia de diversas demostraciones matemáticas y lógicas (por ejemplo, las emprendidas por Shannon, Turing y Von Neumann) con los grandes avances técnicos que culminaron, alrededor de mediados de siglo, en la creación de lasprimeras computadoras. Una vez que se probó el poder de estas máquinas para abordar materiales simbólicos, muchos estudiosos se convencieron de que la ciencia de la cognición podía plasmarse a imagen y semejanza de la computadora. Hacia 1956, psicólogos como George Miller y Jerome Bruner, especialistas en computadora como Allen Newell y Herbert Simon y lingüistas como Noam Chomsky ya habían llevadoa cabo trabajos que, vistos en retrospectiva, eran de neto espíritu científico-cognitivo. Y treinta años más tarde, basándose en esos esfuerzos pioneros, investigadores como David Marr y Stephen Kosslyn (operando en el punto de intersección de la psicología perceptual y la inteligencia artificial), Eleanor Rosch (que combinó las inquietudes psicológicas con las antropológicas) y Philip Johnson...
Regístrate para leer el documento completo.