las brujas mayfer
Título original The Witching Hour Traducción Silvia Komet 1ª edición enero 2005
© 1990 by Anne O'Brien Rice © Ediciones B, S A , 2005
Bailen, 84 - 08009 Barcelona (España)
www edicionesb.com
Publicado originalmente en España por GRUPO EDITORIAL CEAC S A , 1992
Diseño de cubierta IBD
Fotografía de cubierta ©PHOTONICA
Diseño decolección Ignacio Ballesteros
Pnnted ín Spain ISBN 84-666-2131-8 Deposito legal B 46 376-2004
Impreso por LITOGRAFÍA ROSES
Todos los derechos reservados Bajo las sanciones establecidas en las leyes,
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Con amor, para Stan Rice y Christopher Rice
John Preston, Alice O 'Brien Borchardt
Támara O'Brien Tinker, Karen O'Brien
y MickiO'Brien Collins, y para
Dorothy van Bever O 'Brien que me compró
mi primera máquina de escribir en 1958,
molestándose en comprobar
quefuera buena.
.Y nuestro cerebro da color a la lluvia. Y el trueno es como algo que recuerda algo.
STAN RICE
PRIMERA PARTE
LA REUNIÓN
1
El doctor se despertó asustado. Había vuelto a so¬ñar con la vieja casa de Nueva Orleans. Había visto a la mujer en la mecedora y al hombre de ojos marrones.
Incluso ahora, en estetranquilo hotel de la ciudad de Nueva York, sintió la inquietante desorientación de anta¬ño. Había vuelto a hablar con el hombre de ojos marrones. Sí, ayúdala. «No, sólo es un sueño. Tengo que salir de él.»
El doctor se incorporó en la cama. Lo único que se oía era el suave ronroneo del aire acondicionado. ¿Por qué pensaba en ello esa noche, en una habitación del ho¬tel Parker Meridian ? No conseguíalibrarse de la impre¬sión de la vieja casa. Volvió a ver a la mujer: la cabeza ga¬cha, la mirada vacía. Casi podía oír el zumbido de los insectos contra la malla mosquitera del porche. Y el hombre de ojos marrones hablaba sin mover los labios. Un muñeco de cera lleno de vida...
«No. Basta.»
Salió de la cama y caminó en silencio por el suelo al¬fombrado. Se detuvo ante las finas cortinas blancas yobservó los tejados cubiertos de hollín y los mortecinos carteles de neón que titilaban sobre las paredes de ladri¬llo. La luz del amanecer surgía detrás de las nubes, en lo alto de la monótona fachada de hormigón de enfrente. Aquí no hacía ese calor extenuante, ni había el soñolien-to perfume de rosas y gardenias.
Poco a poco su cabeza se despejaba.
Volvió a pensar en el inglés del bar delvestíbulo. Por eso lo había recordado todo: el inglés explicaba al cama¬rero que acababa de regresar de Nueva Orleans, y que sin duda era una ciudad hechizada. Un hombre afable, un auténtico caballero del Viejo Mundo, con un traje de lino de finas rayas y la cadena de oro del reloj sujeta al bolsillo del chaleco. Qué extraño era encontrarse con hombres como éste hoy en día. Un individuo con el ní¬tidoy melodioso acento de un actor británico y unos ojos azules, brillantes, sin edad.
—Sí, sin duda tiene razón sobre Nueva Orleans —intervino el doctor, dirigiéndose a él—. Yo mismo vi un fantasma, y no hace mucho.
Entonces se calló, desconcertado, y fijó la mirada en el bourbon con hielo y en el reflejo de luz en la base del vaso de cristal.
El zumbido de las moscas en verano, el olor amedi¬camentos. «¿Tanto Thorazine? ¿No sería un error?»
Pero el inglés se mostró educadamente interesado y lo invitó a cenar; le explicó que recopilaba historias de ese tipo. Por un momento, el doctor estuvo a punto de aceptar. Había un descanso en la convención y, además, le gustaba aquel hombre, enseguida le inspiró confian¬za. El vestíbulo del Parker Meridian era un lugar bonito y alegre, lleno...
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