Las palabras como revelación
Marcos Porrini
Hay un pasaje de los Evangelios en el que Jesús les pregunta a sus discípulos quién dice la gente que es él. Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces lerespondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.1 Me interesa especialmente la respuesta de Jesús a Pedro, el planteamiento de que es posible para el hombre hablar cosas aprehendidas no del “mundo” (de la cultura humana, “la carne y la sangre”) sino del Cielo, de la mente de Dios. No me queda claro si la revelacióndivina apunta, en ese caso, a la creencia solamente (creencia de que Jesús es el Cristo) o si también implica la manifestación verbal concreta que produjo Pedro. ¿Acaso Aquel que conoce las cosas en sí2 no puede concederle a un hombre nombrarlas de la manera perfecta? En caso de que eso fuera cierto, observaríamos una valorización divina de ese “hecho social arbitrariamente concebido” (Saussure)que es el lenguaje.
Con respecto a la revelación de Pedro, si uno entendiera que lo que el Padre le suministró fue la comprensión sobre quién era Jesús, y que, una vez con esa compresión, fue Pedro (como sujeto consciente y formado culturalmente) el que decidió cómo representar por medio de signos lingüísticos esa “cosa amorfa” que es una comprensión (como existencia solamente psíquica,espiritual), si uno aceptara que la intervención de Dios se limitó a “hacerle vislumbrar una verdad” pero que no hubo nada de divino en la particular construcción discursiva de Pedro, entonces se estaría negando la posibilidad de que las palabras tengan el potencial de representar fidedignamente una realidad3. En cambio, si creemos que Dios en verdad “honró el lenguaje humano” al mover a Pedro a utilizaresas palabras y no otras, podría despertarse nuestra fe en el poder de nuestros medios de expresión, con la esperanza de que, si Dios nos es propicio, podamos darles la forma perfecta a los “contenidos abstractos” (inconscientes, espirituales, anímicos o como quiera llamárselos)4.
Muchos que estudian la Torá creen en la inspiración divina de cada una de sus letras, de tal manera que hasta seesfuerzan por encontrar toda una doctrina esotérica alrededor de su organización discursiva. Esa búsqueda, esa reverencia, no se manifiesta ante cualquier libro sino solo ante aquellos considerados sagrados, cuyo contenido no es tenido como revelado por “carne ni sangre” sino por Dios, o por alguna otra entidad no humana. Aceptar que algo así pueda ser posible, significa aceptar también que nosiempre “somos hablados por nuestra cultura”, que puede darse el caso de que las palabras que salgan de nuestra boca sean independientes de nuestro contexto histórico-social, de nuestra estructura de pensamiento e incluso de nosotros mismos5.
Me resulta interesante analizar lo que sucede a los discípulos de Jesús en el Día de Pentecostés, la experiencia de que, gracias a la intervención del EspírituSanto, ellos comenzaran a hablar “las maravillas de Dios” (ver Hechos 2:1-13) en idiomas que nunca antes habían hablado. Se dice que “comenzaron a hablar en lenguas, conforme el Espíritu les daba que hablasen” (v. 4). Eso último me atrae, lo de que el Espíritu le da, le otorga al hombre palabras para que este hable, aunque quizás ni siquiera entienda el significado. Es como si el Espíritu sesirviera de la boca del hombre para comunicar algo a otros hombres (en el pasaje se relata que judíos provenientes de distintas partes del mundo oían a los discípulos hablar cada uno en su propio idioma). Ahora bien, imagino que la elección que haga el Espíritu de las palabras debe ser necesariamente perfecta, debe poder cumplir su propósito comunicativo a la perfección, incluso creo que tiene que...
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