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La película, en general, recibió comentarios negativos por parte de la crítica estadounidense.
Roger Ebert, del Chicago Sun-Times,escribió sobre ella que había quedado empequeñecida por su esplendor. Concretó que tiene escenas donde los trajes son tan suntuosos, los escenarios tan amplios y lamúsica tan insistente que perdemos perspectiva de los personajes que hay detrás del resplandor de la producción. En la misma línea, Manohla Dargis, de The New York Times, ladefinió como una extravagancia kitsch (...) intencionadamente poco seria e involuntariamente risible, un melodrama pasado (...) con un discutible trasfondo contemporáneo.Evidentemente, destaca en la cinta la labor de vestuario de Alexandra Byrne que puede dar en ocasiones, cierta sensación de bochorno por una película recargada por sedasy tules. No obstante, la mayor parte de la prensa coincidió en que esta atrevida última historia de la saga de la reina del siglo XVI era espectacular de contemplar(Ruthe Stein: San Francisco Chronicle). Poco importan pues, las licencias narrativas que se toman los guionistas al momento de describir estos acontecimientos, en pos de unmayor efecto dramático. Aunque esta secuela de Elizabeth (1998) es menos defendible históricamente, como florido drama de época es igual de entretenido (J.R. Jones: ChicagoReader). En todo caso, quizás lo que sucede es que, en realidad al igual que sucedía con la primera película, la sublime interpretación de Cate Blanchett, secundada porun magnífico Geoffrey Rush y una espléndida Samatha Morton, vuelve a demostrar que es una de las mejores actrices de su generación (Miguel A.Delgado: La Butaca).
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