Linda Howard El hombre Perfecto
—¡Esto es ridículo! —Agarrando con fuerza el bolso hasta que los nudillos se
le pusieron blancos, la mujer dirigió una mirada furiosa al director de la escuela, situado
al otro lado de la mesa—. Ha dicho que no tocó el hámster, y mi hijo no miente.
¡Faltaría más!
J. Clarence Cosgrove llevaba seis años de director de la Escuela Media
Ellington, y antes de eso veinte años de profesor.Estaba acostumbrado a tratar con
padres enfurecidos, pero aquella mujer alta y delgada que estaba sentada frente a él y el
niño tan pacífico que ocupaba otro asiento junto a ella lo estaban poniendo nervioso.
Odiaba emplear lenguaje vulgar, pero es que los dos eran raritos. Aunque sabía que era
perder el tiempo, intentó razonar con ella.
—Había un testigo...
—La señora Whitcomb le obligó a decir eso.Corin nunca jamás habría hecho
daño a ese hámster, ¿verdad que no, cariño?
—No, madre. —El pequeño lo dijo con una voz casi sobrenatural, de tan dulce
que era, pero sus ojos mostraban una expresión fría cuando se posaron sin parpadear en
el señor Cosgrove, como si estuvieran sopesando el efecto que causaba en él aquella
negativa.
—¿Lo ve? ¡Ya se lo había dicho! —exclamó la mujer en tonotriunfante.
El señor Cosgrove lo intentó de nuevo.
—La señora Whitcomb...
—... no le ha gustado Corin desde el primer día de colegio. Es ella a quien
debería usted interrogar, no a mi hijo. —La mujer tenía los labios apretados de rabia—.
Hace dos semanas hablé con ella de la inmundicia que está metiendo en la cabeza a los
niños, y le dije que mientras yo no pudiera controlar lo que decía a los demás niños,de
ningún modo pienso permitir que hable de —lanzó una mirada fugaz a Corin— sexo a
mi hijo. Ése es el motivo por el que ha hecho esto.
—La señora Whitcomb cuenta con un excelente historial como profesora. Ella
jamás haría...
—¡Pues lo ha hecho! ¡No me diga lo que no haría esa mujer cuando es evidente
que lo ha hecho! Mire, ¡no me extrañaría lo más mínimo que ella misma hubiera matado
al hámster!—Ese hámster era su mascota personal, lo trajo a la escuela para enseñar a los
niños lo de...
—Aun así pudo matarlo. Dios santo, si no era más que una rata grande —dijo la
mujer en tono despectivo—. Aun en el caso de que lo hubiera matado Corin, lo cual no
es cierto, no entiendo que se haya armado tanta bulla. Mi hijo está siendo perseguido —
recalcó la palabra— y yo no pienso consentirlo. O seencarga de esa mujer, o lo haré yo
por usted.
El señor Cosgrove se quitó las gafas y limpió las lentes despacio, sólo para tener
algo que hacer mientras trataba de pensar en un modo de neutralizar el veneno de
aquella mujer antes de que ella echase a perder la carrera de una buena profesora.
Razonar con ella quedaba descartado; hasta aquel momento no le había permitido
terminar ni una sola frase. Miróa Corin; el niño continuaba observándolo fijamente, con
una expresión angelical que contradecía por completo aquella frialdad de sus ojos.
—¿Puedo hablar con usted en privado? —preguntó a la mujer.
Ella pareció desconcertada.
—¿Para qué? Si está pensando que va a convencerme de que mi querido Corin...
—Será sólo un momento —la interrumpió el director ocultando la leve
sensación de alivio queexperimentó al ser él quien interrumpiera esa vez. A juzgar por
la expresión de la mujer, a ésta no le gustó en absoluto—. Por favor. —Añadió ese
ruego, aunque casi le costaba ser educado.
—Está bien —repuso ella de mala gana—. Corin, cariño, ve afuera y quédate al
lado de la puerta, donde pueda verte tu madre.
—Sí, madre.
El señor Cosgrove se levantó y cerró firmemente la puerta después de que elniño saliera. La mujer pareció alarmarse ante aquel giro de los acontecimientos, por no
poder ver a su hijo, y se levantó a medias de la silla.
—Por favor —repitió el director—. Siéntese.
—Pero Corin...
—No le pasará nada. —Otra interrupción que se marcaba por su parte, pensó.
Volvió a su sillón, tomó un bolígrafo y dio con él unos golpecitos sobre el secante de su
escritorio, mientras...
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