Magico Sur
Manuel Peña Muñoz
Mágico Sur
Manuel Peña Muñoz
Premio Gran Angular 1997
[pic]
Joaquín Turina, 39 – 28044 Madrid
Colección dirigida por Gemma Lienas
Imágenes de cubierta: Jurgen Reisch-Tamara Reynolds / fototeca
stone international
Diseño de cubierta: Estudio SM
© Manuel Peña Muñoz, 1997
© Ediciones SM, 1998
Joaquín Turina, 39 - 28044 MadridComercializa: CESMA, SA - Aguacate, 43 - 28044 Madrid
ISBN: 84-348-6178-X
Depósito legal: M-13370-1998
Fotocomposición: Grafilia, SL
Impreso en España / Printed in Spain
Imprenta SM. Joaquín Turina, 39 - 28044 Madrid
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y la siguiente…
PETICIÓN
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Para Elizabeth Hall,
que cortaba flores silvestres en el hotel de Cochamó,
y que ahora vive en una casa con jardín,
en las afueras deGlasgow.
Primera parte
1. Después de un largo viaje en barco
La casa era amplia, forrada con planchas de cinc, con ventanas de guillotina y una mampara fresca con una pequeña mano cuajada de anillos para golpear. Cuando era niño me preguntaba siempre de quién sería aquella mano femenina que empuñaba una bola de metal... Cuando venían las visitas, desde las habitaciones del fondo, en elsegundo piso, oíamos los golpes discretos, a los que seguía un eco lejano.
Enseguida mi madre acudía a abrir, tirando de un cordoncito blanco que bajaba puntillosamente escaleras abajo por el brillante pasamanos. Luego, comenzaba el lento subir de los invitados, siempre sonriendo y adelantando comentarios cuando se detenían en el primer descanso, donde había una gran bola lustrosa de nogal.Mi madre siempre disponía flores allí. Eran malvones del jardín que creaban un gran efecto cuando se miraba hacia arriba y se veían duplicados en el espejo.
Recuerdo cada detalle de esa escalera: los peldaños cubiertos por una alfombra gastada, cierta fragancia de cedro y una aterciopelada frescura.
Ahora, cuando rememoro aquella casa de Valparaíso que ya no existe, me dan unosirrefrenables deseos de regresar allí otra vez para recorrer aquellos largos pasadizos encerados, entrar al salón con aquella suave luz tamizada de las cortinas corridas, contemplar el papel mural de arabesco diseño, abrir la tapa del piano y tocar aisladamente aquellas teclas amarillentas y desafinadas de color marfil.
Nada parece cambiar en el pensamiento. Allí está la casona tal como era enaquellos años, con su galería de vidrios empavonados en forma de rombos rojos y azules que miraba al mar, con sus latones que se batían con el viento norte, con un gran tragaluz que daba a un vestíbulo lleno de helechos, con sus silloncitos de mimbre antiguo y la pajarera donde cantaban los canarios flautas de color otoño...
Cuando mi madre viajó a España para hacerse cargo de aquella herencia...
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