Moral para intelectuales
[1ª edición: Escuela Nacional de Artes y Oficios, Montevideo, 1909] pp. 94-106.
MORAL DE PERIODISTAS
Paso a hablar brevemente de la moral de los periodistas.
A propósito de la moral de los abogados, planteábamos la cuestión de si
existirán o no ciertas profesiones que lleven en sí una especie de inmoralidadintrínseca o inseparable de la profesión misma, y decíamos que la cuestión
podía efectivamente discutirse con respecto a la profesión de abogado,
quedando siempre bien entendido que esa inmoralidad intrínseca representa
simplemente la parte mala de algo bueno o necesario, y que el admitirla no
significa admitir que la profesión es mala, sino simplemente saber, en un estado
de espíritu sincero,reconocer cuándo existe ese mal inseparable del bien.
Era, esta cuestión, discutible con respecto a los abogados; también es
discutible con relación al periodismo. Y mi sinceridad me obliga a decirles que,
aquí también, yo casi creo que esa inmoralidad intrínseca existe, y que no es
posible suprimirla del todo.
La prensa es un bien, un inmenso bien, es todo lo que se dice, y hasta
todo loque se declama sobre ella; es apostolado, sacerdocio, cuarto poder y
todo lo demás; es todo eso —sinceramente—; pero los bienes que la hacen tal no
pueden separarse de ciertos males. Razón de más para estudiarlos, para
prevenirnos contra esa especie de inmoralidad intrínseca, con el objeto de saber
si es posible evitarla, y, si no, atenuarla hasta donde nos sea posible.
Ante todo, y si bien sepiensa, la prensa es realmente una cosa
formidable: la impresión que se siente ante ella, si tratamos de librarnos de la
costumbre, casi no puede ser otra que de terror. Existe en mecánica un aparato,
que se llama, justamente, prensa, también: la prensa hidráulica, por cuyo medio,
como nos enseñan los tratados de física, un niño puede realizar trabajos
colosales, puede levantar moles, puedetriturarlas; pues bien: en la otra prensa,
sucede absolutamente lo mismo: cualquiera, también, puede, por ejemplo,
levantar reputaciones, o hacerlas pedazos, con la mayor facilidad, y hasta con la
misma inconsciencia del niño. Por eso no encuentro otros términos que espanto
o terror ante esa desproporción colosal entre la causa y el efecto.
Sean dos de ustedes, iguales en inteligencia,iguales en saber, iguales en
todo; pero el uno “escribe en un diario”, y, el otro, no. Ambos opinan sobre una
misma cuestión: política, filosófica, científica, económica, personal... La opinión
del uno, produce efectos en un radio limitadísimo; en su casa, en las
conversaciones que pueda tener en la calle con cinco o seis amigos, y nada más;
entretanto, la opinión del otro, que es igual, puede, alotro día, manifestándose
por medio de un artículo, impresionar a todo el país; puede llevar la convicción,
hacer creer en un hecho, tal vez falso, a millones de personas; puede destruir
una reputación para siempre; puede hacer al honor, a la felicidad de uno o de
muchos seres, un mal irreparable; sin embargo, la fuerza era la misma.
Realmente, cuando se piensa, esto causa espanto. Porconsiguiente, la
moral de la prensa es una moral delicadísima. El que dispone de un poder
semejante, se encuentra en una situación especial, y contrae deberes que se
diferencian de los otros deberes en que tienen una intensidad también
formidable, o que debería sentirse como tal; y entretanto, como les decía, hay en
la prensa, a mi juicio, una causa de inmoralidad intrínseca, inevitable, que
puededescomponerse en dos: en lo relativo a los hechos, la obligación de
afirmar sin información bastante; y, en lo relativo a la doctrina, la obligación de
opinar sobre todos los asuntos.
La obligación, digo, de informar sobre los hechos sin base suficiente. Esto
es inevitable, y es grave. Enseñamos, ya para el caso limitado y menos grave de
las conversaciones privadas, que hay que guardarse...
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