Religion Cristiana Catolica
I.1 Primera aproximación: la terminología para designar al hombre
I.2 El hombre como una unidad
I.3 La creación de la mujer
I.4 A imagen y semejanza de Dios
I.5 El pecado
I.6 Conclusión. La aurora del Nuevo Testamento
II. El hombre en el Nuevo Testamento
II.1 Continuidad con la antropología del Antiguo Testamento
II.2 Larestauración de la imagen perdida
II.2.a Cristo es la Imagen de Dios
II.2.b Cristo es imagen del hombre pecador
II.2.c ‘En Cristo’ el hombre recupera la imagen de Dios
Conclusión
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Introducción: El interés de la Iglesia por el hombre
La reflexión sobre el hombre ha ocupado siempre en la Iglesia unlugar privilegiado. De frente a una época que reivindica los derechos del hombre de una manera desmesurada, la Iglesia no ha dejado de insistir, especialmente en estos últimos tiempos, sobre la centralidad que el hombre tiene dentro de la vida de ella misma. Así, ha hecho ver la grandeza del ser humano sin esconder los límites que como criatura tiene. Estos límites consisten en que el hombrepermanece siempre circunscrito a la esfera de lo creado, abriéndose maravillosamente a lo divino por el conocimiento y la participación de la misma naturaleza divina (“homo capax Dei”), pero permaneciendo creatura, esencialmente distinto de Dios.
Manifestando el interés que la Iglesia tiene por el hombre, el Concilio Vaticano II ha consagrado un documento completo a la reflexión sobre el hombre engeneral y sobre el hombre actual en particular. En efecto, en uno de sus primeros números, la Constitución Pastoral Gaudium et Spes se expresa de la siguiente manera: “Es la persona del hombre lo que hay que salvar. (...) Es, por consiguiente, el hombre; pero el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad, quien será el objeto central de las explicaciones que van aseguir” (GS,3). Sin vacilaciones de ningún tipo el Concilio “proclama la altísima dignidad del hombre y la divina semilla que en éste se oculta” (GS,3), al punto que considera que “el hombre es en la tierra la única creatura que Dios ha querido por sí misma” (GS,24). Esa ‘altísima dignidad del hombre’, según el Concilio, estriba en el hecho de que “el Hijo de Dios con su Encarnación se ha unidoen cierto modo, con todo hombre” (GS,22). Es aquí donde está toda la fuerza y la potencia que la reflexión sobre el hombre tiene en este documento del Concilio y que es como un eco de aquella expresión de S. León Magno: “Conoce, oh hombre, tu dignidad”, frase referida a aquel acontecimiento que hace pensar que la grandeza del hombre es inconmensurable, frase referida a la Encarnación del Verbo, porla cual Dios se hace hombre. Y por eso afirma el Concilio que, “en realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado” (GS,22).
Este esclarecimiento de la grandeza y dignidad del hombre por su unión con Dios en Cristo, en virtud de la unión hipostática, es, según Juan Pablo II, un principio capital en las enseñanzas del Concilio Vaticano II. “Cuanto más secentre en el hombre la misión desarrollada por la Iglesia; cuanto más sea, por decirlo así, antropocéntrica, tanto más debe corroborarse y realizarse teocéntricamente, esto es, orientarse al Padre en Cristo Jesús. Mientras las diversas corrientes del pasado y presente del pensamiento humano han sido y siguen siendo propensas a dividir e incluso contraponer el teocentrismo y el antropocentrismo, laIglesia en cambio, siguiendo a Cristo, trata de unirlas en la historia del hombre de manera orgánica y profunda. Este es también uno de los principios fundamentales, y quizás el más importante, del Magisterio del último Concilio”[1].
El mismo Juan Pablo II prolonga esta enseñanza del Concilio diciendo: “Todo hombre (...) es confiado a la solicitud de la Iglesia. (...) El objeto de esta premura...
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