Robyn Carr Serie Virgin River 13 Nuevos Comienzos
Según un viejo dicho, cuando una puerta se cierra, otra se abre, y eso es más cierto en Virgin River que en casi ningún otro lugar en el mundo
Después de pasar años en ranchos de la zona de Los Ángeles, Clay Tahoma estaba encantado de ser el nuevo asistente veterinario de Virgin River. La belleza salvaje de aquel aislado pueblecito resultaba cautivadora para un navajo como él, y todos lerecibieron con los brazos abiertos... todos menos Lilly Yazhi.
Lilly ya había tratado con una buena cantidad de hombres fuertes, callados y tradicionales en su propia comunidad india, y no tenía ganas de aguantar a más. Estaba convencida de que el primitivo y sexy atractivo de Clay no era más que una estratagema para encandilar a ricachonas como su exmujer. Era innegable que se trataba de unhombre con muy buena mano para los caballos, pero no estaba dispuesta a permitir que la controlara. Solo había un problemilla: no podía evitar sentirse atraída por él.
Pero en Virgin River, tanto la fe en un nuevo comienzo como el poder del amor lograban que se abrieran puertas por todas partes...
Robyn Carr se supera a sí misma en estas cautivadoras historias
© 2011 Robyn Carr. Todoslos derechos reservados.
NUEVOS COMIENZOS, Nº 157 - junio 2013
Título original: Promise Canyon
Publicada originalmente por Mira Books, Ontario, Canadá.
Traducido por Sonia Figueroa Martínez
Para Susan Elizabeth Phillips, con mi afecto y mi gratitud más profundos.
Capítulo 1
Clay Tahoma se internó en las montañas del condado de Humboldt, en el norte deCalifornia, por la estrecha carretera 36. Era una ruta plagada de cerradas curvas, y según su GPS, tras la próxima a la izquierda iba a llegar a Virgin River. Aquel pueblo parecía ser el más cercano al lugar al que se dirigía, la Clínica Veterinaria Jensen, razón por la que quería pararse a echar un vistazo. Justo cuando estaba acercándose a la curva, vio que un poco más adelante había unas camionetasaparcadas a un lado del camino.
Sintió curiosidad, así que paró y se bajó para ir a ver lo que sucedía. Pasó junto a varios vehículos mientras se dirigía hacia un voluminoso camión de plataforma, y se acercó a uno de los hombres que observaban cómo se apartaba del borde de la carretera una carretilla elevadora de la que colgaba un grueso cable. El desconocido era tan alto como él y vestía camisa acuadros, vaqueros, botas, y gorra.
—¿Qué es lo que pasa, amigo? —le preguntó Clay.
—Uno de los vecinos del pueblo se ha salido de la carretera y se ha ido colina abajo; por suerte, ha topado enseguida con un árbol bastante grande, y ha podido salir del coche y subir a pie.
—¿Quién está subiendo el coche?
—Uno de nuestros muchachos tiene maquinaria de construcción, es un contratista de lazona —el hombre le ofreció la mano, una mano grande y fuerte, antes de añadir—: Jack Sheridan. ¿Eres de por aquí?
—Clay Tahoma. Soy de Flagstaff, de la nación navajo, pero llevo tiempo viviendo en Los Ángeles. He venido a trabajar con un viejo amigo, Nathaniel Jensen.
A Jack se le iluminó el rostro al oír aquello, y exclamó sonriente:
—¡Nate también es amigo mío! Encantado de conocerte.
Jackle presentó a varios de los hombres que estaban allí: a un tal John al que llamaban el Reverendo, a Paul, el dueño del camión de plataforma y de la carretilla elevadora, a Dan Brady, que tenía el puesto de encargado en la empresa de Paul, y a Noah, el reverendo local, que era el propietario del vehículo que se había salido de la carretera. Ninguno de ellos mostró extrañeza al ver a un nativoamericano con una coleta hasta más allá de la cintura y una pluma de águila en el sombrero, y fue en ese justo momento cuando la vieja camioneta Ford azul de Noah empezó a emerger por el borde de la carretera.
—¿No tenéis una unidad de tráfico o un cuerpo de bomberos que pueda ocuparse de esto?
Fue Jack quien contestó a la pregunta de Clay.
—No podemos perder todo el día; además, aquí solemos...
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