Roger Bartra
ES EVIDENTE QUE EL PODER POLÍTICO no puede ser entendido solamente como la expresión de la fría racionalidad ideológica que emana de las confrontaciones entre dominados y dominadores. Las ideas políticas y los programas no son, a fin de cuentas, los principales soportes de los Estados capitalistas. Esta relativa marginalidad de la ideologíapolítica con respecto a las funciones esenciales de las propias instituciones políticas es un fenómeno que comienza a ser reconocido, y que ha ameritado diversas explicaciones. Se ha señalado el enorme poder de los medios masivos de comunicación en el desarrollo del perfil político de una nación; se han destacado los complejos mecanismos psicológicos de la sociedad de masas; se ha hablado delpoder despolitizador de las tecnoestructuras y de los grandes monopolios; se ha subrayado la importancia de las divisiones étnicas y raciales; se ha observado la creciente influencia de las nuevas subculturas basadas en costumbres sexuales, estilos de vida o creencias religiosas; y se ha teorizado sobre el "fin de las ideologías" en la edad postmoderna. A mí me parece que una parte esencial de laexplicación de la legitimidad del Estado moderno radica en las redes imaginarias del poder político, como las he llamado ante-riormente. Los mitos y la cultura nacional son uno de los aspectos más importantes de estas redes imaginarias. El México contemporáneo, por otro lado, es un país que ofre-
ce una situación especialmente interesante para estudiar las redes imaginarias del poder político,precisamente por el hecho de que su Estado se ha extendido a pesar del inmenso vacío ideológico que genera la revolución en 1910. Aunque de una manera vaga y general se puede aceptar que la ideología de los gobiernos postrevolucionarios es una continuación del liberalismo mexicano, es evidente que no es en torno a un programa coherente o un modelo de desarrollo que se estructura el Estado moderno. Enresumen: no es principalmente la Constitución lo que une a los mexicanos en torno al Estado. ni fueron sólo los efluvios del nacionalismo revolucionario los que anestesiaron al pueblo para que no sintiera los dolores del crecimiento de un enorme aparato político de dominación autoritaria.
En ausencia de una ideología vertebrada y dada la extrema precariedad de los proyectos o modelos de desarrollo(que no suelen ser más que justificaciones a posteriori del curso que sigue la acumulación capitalista), la legitimidad del sistema político adquiere acentuadas connotaciones culturales: es preciso establecer una relación de necesaria correspondencia entre las peculiaridades de los habitantes de la nación y las formas que adquiere su gobierno. Así, la definición del carácter nacional no es un meroproblema de psicología descriptiva: es una necesidad política de primer orden, que contribuye a sentar las bases de una unidad nacional a la que debe corresponder la soberanía monolítica del Estado mexicano.
A las limitaciones de la ideología que emana de la revolución de 1910 es necesario agregar la grisura de los héroes míticos surgidos de la historia moderna de México: corno se ha hechonotar, los mitos tejidos en torno a personajes como Madero, Carranza, Obregón y Calles son de una gran mediocridad; el potencia¡ mítico de Emiliano Zapata, por ejemplo, no ha sido utilizado por el Estado, dado que fue enemigo acérrimo de los fundadores del gobierno de la revolución domesticada. Sin embargo, la revolución fue un estallido de mitos, el más importante de los cuales es precisamente el dela propia Revolución. Los mitos revolucionarios no fueron, como en otras naciones, levantados sobre biografías de héroes y tiranos, sino más bien sobre la idea de una fusión entre la masa y el Estado, entre el pueblo mexi-cano y el gobierno revolucionarlo. El mito de la Revolución es un inmenso espacio unificado, repleto de símbolos que entrechocan y que aparentemente se contradicen: pero a fin...
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