Simitrio

Páginas: 14 (3350 palabras) Publicado: 22 de octubre de 2012
EL TROMPO

(José Diez Canseco)


Sobre el cerro San Cristóbal la niebla había puesto una capota sucia que cubría la cruz de hierro. Una garúa de calabobos se cernía entre los árboles lavando las hojas, transformándose en un fango ligero y descendiendo hasta la tierra que acentuaba su color pardo. Las estatuas desnudas de la Alameda de los Descalzos se chorreaban con el fondo formado porla lluvia y el polvo acumulado en cada escorzo. Un policía, cubierto con su capote azul de vueltas rojas, daba unos pasos aburridos entre las bancas desiertas, sin una sola pareja, dejando la estela fumosa de su cigarrillo. Al fondo, en el convento de los frailes franciscanos, se estremecía la débil campanita con su son triste.
En esa tarde todo era opaco y silencioso. Los automóviles, lostranvías, las carretillas repartidoras de cervezas y sodas, los “colectivos”, se esfumaban en la niebla gris azulada y todos los ruidos parecían lejanos. A veces surgía la estridencia característica de los neumáticos rodando sobre el asfalto húmedo y sonoro y surgía también, solitario y escuálido, el silbido vagabundo de un transeúnte invisible. Esta tarde se parecía a la tarde del valssentimental y huachafo que, hace muchos años, cantaban los currutacos de los tiorbas.
¡La tarde era triste,
la nieve caía ...
Por la acera izquierda de la Alameda iba Chupitos y a su lado el cholo Feliciano Mayta. Chupitos era un zambito de diez años, con dos ojazos vivísimos sombreados por largas pestañas y una jeta burlona que siempre fruncía con estrepitoso sorbo. Chupitos le llamarondesde que un día, hacía un año más o menos, sus amigos le encontraron en la puerta de la Botica de San Lázaro pidiendo:
- ¡ Despácheme esta receta! ...
Uno de los ganchos, Glicerio Carmona, le preguntó:
- ¿Quién está enfermo en tu casa?
- Nadies ... Soy yo que me han salido unos chupitos ...
Y con “Chupitos” quedó bautizado el mocoso que ahora iba con Feliciano,Glicerio, el Bizco Nicasio, Faustino Zapata, pendencieros de la misma edad que vendían suertes o pregonaban crímenes, ávidamente leídos en los diarios que ofrecían. Cerraba la marcha Ricardo, el gran Ricardo, el famoso Ricardo que, cada vez que entraba en un cafetín japonés a comprar un alfajor o un come y calla, salía, nadie sabía cómo, con dulces y bizcochos para todos los feligreses de la tira.- ¡Pestaña que uno tiene, compadre!
Gran pestaña, famosa pestaña que un día le falló, desgraciadamente como siempre falla, y que le costó una noche íntegra en la comisaría, de donde salió con el orgullo inmenso de quien tiene la experiencia carcelera, que él sintetizaba en una frase aprendida de una crónica policial:
- Yo soy un avezado en la senda del crimen.
El grupo iba ensilencio. El día anterior, Chupitos había perdido su trompo jugando a la “cocina” con Glicerio Carmona, ese juego infame y taimado, sin gallardía de destreza, sin arrogancia de fuerza. Un juego que consiste en ir empujando el trompo contrario hasta meterlo dentro de un círculo, en la “cocina”, en donde el perdidoso tiene que entregar el trompo cocinado a quien tuvo la habilidad rastrera de saberloempujar.
No era ese juego de hombres. Chupitos y los otros sabían bien que los trompos, como todo en la vida, deben pelearse a tajos y a quienes, con el puñal franco de las púas y sin la mujeril artería del empellón. El pleito tenia que ser siempre definitivo, con un triunfador y un derrotado, sin prisionero posible para el orgullo de los mulatos palomillas.
Y, naturalmente, Chupitos andabamedio tibio por haber perdido su trompo. Le había costado veinte centavos y era de naranjo. Con esa ciencia sutil y maravillosa, que sólo poseen los iniciados, el muchacho había acicalado su trompo así como su padre acicalaba sus ajisecos y sus giros, sus cenizos y sus caramelos, todos esos gallos que eran su mayor y más alto orgullo. Así como a los gallos se les corta la cresta para que el...
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