Tareas
OTRO.
Para mí, sí. He hecho un viaje demasiado largo para que se me cierre
esta puerta.
BALBOA.
¿Con qué derecho entra así en mi casa? Déjenos, Felisa. (La doncella
sale. Balboa enciende las luces.) ¿Quién es usted?
OTRO.—(Avanza unos pasos. Tira el sombrero sobre un sillón.) ¿Tanto
he cambiado en estos veinte años?
BALBOA.—(Inmóvil, sin voz.)
¡Mauricio!...OTRO.
No veo que sea para asombrarse así, como si fuera un fantasma. ¿No
recibiste mi cable anunciando el viaje?
BALBOA.
No es posible... El "Saturnia" se hundió en alta mar con todo el
pasaje.
OTRO.
Y tú te alegraste al saberlo ¿verdad? Es natural; la mancha de la familia lavada lejos y para siempre. Pero ya ves que no; cuando se
lleva una vida como la mía nunca se viaja en elbarco que se anuncia;
ni con el nombre propio. ¡La policía suele ser tan curiosa!
BALBOA.
Basta, Mauricio. ¿A qué vienes?
OTRO.
¿Y necesitas preguntarlo? ¡Qué falta de imaginación! Por lo menos no
supondrás que vengo a ponerme de rodillas y llorar sobre mis
pecados.
BALBOA.
No; te conozco bien. He seguido toda tu vida y sé lo que puede
esperarse de ti.
OTRO.
Me alegro; así seahorran muchas explicaciones enojosas. Sobre todo
para ti.
BALBOA.
¿Para mí?
OTRO.
Es lo menos que podía esperar. ¿No te has sentido responsable en
ningún momento de esa vida que yo arrastraba lejos de mi casa?
BALBOA.
No trates de descargar tus culpas sobre los demás. Todo lo que has
hecho allá, ya lo habías empezado aquí.
OTRO.
¿De manera que la conciencia tranquila?BALBOA.
Hice lo que debía, y si es necesario volveré a hacerlo cien veces.
OTRO.
Por tu gusto, quizá; pero ahora me temo que no vas a poder. Aquel
muchacho de entonces está ya un poco duro.
BALBOA.
¿Es una amenaza?
OTRO.
Una advertencia simplemente. Sé por experiencia que no hay
caminos hechos para nadie; cada uno tiene que abrirse el suyo como pueda. Y el mío, hoy, pasa por estacasa.
BALBOA.
De una vez, por favor ¿qué es lo que vienes a buscar?
OTRO.
Si fuera a reclamar mis derechos, todo lo que me quitaste en una
noche: una vida regalada, una buena mesa, una familia honorable...
BALBOA.
¡No habrás pensado quedarte a vivir aquí!
OTRO.
No, estate tranquilo. Eso que tú llamas hogar no se ha hecho para mí,
y sería demasiado incómodo para los dos.
BALBOA.¿Qué pretendes entonces?
OTRO.
Te he dicho primero todo lo que podría exigir. Pero soy razonable y
voy a conformarme sólo con una parte. En una palabra, abuelo,
necesito dinero.
BALBOA.
No podía ser otra cosa. ¿Cuánto?
OTRO.
Ahí está lo malo, que por mucho que lo sienta no puedo hacerte un
precio de amigos. (Dejando repentinamente el tono irónico.) Estoy
comprometidogravemente ¿sabes? No con la policía, que a eso ya
estoy acostumbrado. Ahora es con los compañeros, y esos no
perdonan.
BALBOA.
No te pido explicaciones. ¿Cuánto?
OTRO.
¿Te parecería mucho doscientos mil?
BALBOA.
¿Estás loco? ¿De dónde piensas que puedo sacar yo esa cantidad?
OTRO.
Desde luego no esperaba que la tuvieras ahí en el bolsillo. Pero
puedes encontrarla; y sin ir muylejos... sin salir de aquí. Si no he
calculado mal, solamente la casa vale el doble.
BALBOA.
¡La casa! ¿Vender esta casa?
OTRO.
Para dos viejos solos es demasiado grande.
BALBOA.
¿Serías capaz de dejarnos en la calle?
OTRO.—(Rencoroso.)
¿No me dejaste tú a mí hace veinte años? Todavía recuerdo aquel
portazo, y a veces todavía me arden tus dedos aquí. Fue la primera y
la últimavez que alguien se atrevió a ponerme la mano en la cara.
BALBOA.
Eso es lo que te trajo, ¿verdad? ¡Qué bien te comprendo ahora! No es
sólo el dinero; es toda esa resaca turbia de la venganza y el
resentimiento.
OTRO.
Sería cosa de discutirlo, pero no tengo tiempo. Necesito esa cantidad
mañana mismo. ¿Hecho?
BALBOA.
¡Ni mañana ni nunca!
OTRO.
Piénsalo despacio, abuelo. Por...
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