Un gato sobre el tejado caliente
UN GATO SOBRE EL TEJADO CALIENTE - 1958
Director: Richard Brooks
En el teatro de Tennessee Williams, el verano es la estación penitencial. El sol desciende sobre las comarcas sureñas de los Estados Unidos y, oculto en su esplendor, se abate sobre ellas como un halcón rencoroso. De las blancas casas orgullosas empiezan a salir miasmas como de un pantano; las almas pierden laprecaria integridad que habían aparentado durante la tibieza invernal, y hombres y mujeres inician su strip-tease psíquico entre atisbos de fealdad, de desolación. El calor funde la encalada superficie; Blanche Dubois revela, al tiempo, sus mentiras y su demencia; la estructura de engaños entre la cual vivían Laura y su familia se desmorona, igual que el frágil unicornio del zoológico de cristal;alguien le besa el cuello a Baby Doll en un columpio y bastan esos besos para que nazca una mujer, para que dos hombres se revelen en toda su no muy grata complejidad, para que vuelvan a animarse los fantasmas del viejo caserón. Pero también es la tempo-rada del deseo: son los días en que Maggie, la Gata, entra en celo.
No conozco la pieza teatral de Tennessee Williams en que está basada lapelícula, pero sí las protestas de los críticos por la infidelidad de la adaptación (hecha por el director Richard Brooks y por James Poe); algún comentarista decía que era éste un caso, no ya de traición, sino de simple emasculación: la obra fue castrada para llevarla al cine. Es muy difícil hablar de estas cosas sin conocimiento de causa, pero tal vez valga la pena hacer una breve referencia alprincipal motivo de queja de los críticos. En efecto, éstos alegan que la obra teatral deja perfectamente en claro el origen de los conflictos de Brick, el protagonista. Tal origen, al parecer, tiene definidas características de homosexualidad, circunstancia que fue escamoteada por los guionistas del film. Cuando éste comienza, Maggie (Elizabeth Taylor) dice que se siente como una gata sobre un tejadode zinc ardiente: esperando que su marido Brick (Robert Newman), un antiguo jugador de fútbol americano, abra alguna vez la caparazón de oscuro resentimiento en que se ha encerrado. Con la ayuda eficaz de una botella de whiksy siempre al alcance de la mano, Brick ha emprendido la gran evasión. De todo: del trabajo, de los problemas reales, de sí mismo, y hasta de los brazos de su mujer. Es elverano, y la gata ya no lo soporta más; Elizabeth Taylor se pone felina: marrullera, tierna, astuta, apasionada, alguna vez hiriente; el bello animal, espía, acosa, acomete, exasperado e inquieto entre el vaho tórrido del verano en Mississipi.
Pero Brick rumia la culpa de sentirse responsable de la destrucción de un ídolo, el amigo de la universidad, compañero de juegos y deportes cuya muerte achaca asu mujer y a sí mismo. En la película, el caso de Brick es un caso de inmadurez; la pérdida del compañero con el cual había construido un mundo irreal de mutua admiración y devoción. En el teatro se advertía más claramente la raigambre sexual de la relación, pero quizá esta modificación no tenga tanta importancia como se le quiere dar. El sexo no tiene por qué ocupar un lugar de privilegio entrelas miserias humanas; presente el Mal, ¿qué más da que sus acólitos, se llaman cobardía o rencor u homosexualidad? Hay algo adolescente o puritano en esta obstinación por vociferar el escándalo de la carne, por concederle una jerarquía especial entre las manifestaciones turbias y malvadas de la condición humana. Si es ésta, pues, la falla principal de la adaptación cinematográfica de The cat on ahot tin roof, no parece una falla demasiado alarmante. Más sospechosos son ciertos personajes, ciertas conclusiones; en torno a Maggie y a Brick asistimos también a otro drama, el de Big Daddy (Burl Ives), el padre de Brick, un viejo patriarcal y feroz que en una vida de lucha ha logrado conseguir una fortuna y crear un pequeño imperio: la familia, en primer lugar, y luego los empleados, los...
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