A La Caza De Un Reino
Luis Urbina
El día 30 de junio de 1566 se organizó una cacería muy peculiar; pero no es
extraño que un grupo de hombres corra tras las liebres y las codornices, por
entre encinas y arbustos; sino el sitio donde lo hacían, pues no se trataba de
agreste montaña en un remoto paraje, sino de la mismísima Plaza Mayor de
la Ciudad de México. ¿Cómo es esto posible?;¿acaso se trataba de un sitio
inculto, tras demolida la gran Tenochtitlan? Nada de eso, pues por aquellos
años muchas de las calles de la Ciudad ya estaban adoquinadas; aunque el
suelo de la Plaza, que a lo largo de la historia ha tenido tantos nombres y
tantos usos, era de tierra apisonada y cubierta con algunas baldosas, sobre
todo para caminar limpiamente hacia los céntricos edificios que laenmarcaban, de acuerdo con un traza urbana que, hasta hoy en día, es
básicamente cuadrangular.
En ese tiempo la Plaza no era tan regular, porque en la parte occidental
había construcciones que invadían el cuadrángulo, entre portales y mercados
que, posteriormente, desaparecerían para ampliarla. Se acondicionó la sede
del gobierno virreinal, incluidos los despachos de los oidores, en lo queantes
fueron las casas de Moctezuma; aunque el nuevo Palacio era un edificio
pequeño, eso sí, con elegantes balcones, distribuidos entre cuatro torreones
y dos puertas frontales; pero no contaba con los anexos de la Casa de
Moneda, ni con los cuarteles; mucho menos con la tercera planta, que es más
reciente. Junto al Palacio corría ancho canal de aguas, el cual venía desde el
sur de la Cuenca deMéxico y servía muy bien para transportar chalupas y
trajineras, con gente y mercancías de toda índole. Todavía no estaba la
antigua Universidad; pero en la esquina opuesta de la Plaza había ya un
templo al que llamaban la Iglesia Mayor, antecedente de la Catedral
Metropolitana.
En medio de todo aquello se erigía, pues, el extraño escenario de la
cacería. Pero, en realidad los pastos y losárboles que lo conformaban eran
provisionales y fueron traídos desde otros lugares para montar el bosque
artificial —algo así como lo que ocurre en este siglo XXI con la pista de hielo,
que cada invierno adorna la, ahora, denominada Plaza de la Constitución,
haciendo las delicias de inusitados y, en más de un sentido, dislocados
patinadores—. En cuanto a los venados y los demás animales, éstoseran
cazados por segunda vez, y si estaban sueltos, era dentro de un gran cerco,
alrededor del cual se podía ver la multitud novohispana divirtiéndose y
departiendo; comiendo copiosas viandas y bebiendo de enormes toneles de
vino, a la salud del organizador de aquel espectáculo: Don Martín Cortés ,
quien era recién llegado a estas tierras, después de haber servido algunos
años al reyFelipe II, y de madurar al fragor de grandes batallas como la de
San Quintín, de 1557, en la que el ejército español derrotó al galo.
La cacería y el sarao se organizaron para festejar a unos gemelos, los
hijos de Don Martín, nietos de Doña Juana de Zúñiga y de Don Hernando —sí:
del conocido Hernán—, el Marqués del Valle de Oaxaca, que fueron
bautizados ese día, en un despliegue de lujo y poder,para reforzar la fama de
la estirpe del señor de Tlapacoya, Cuilapa, Coyoacán y Cuernavaca, entre
muchas otras heredades que, al parecer, no dejaban satisfecho al hijo del
conquistador español, porque el nuevo y flamante Marqués tenía la
intención de que su señorío se extendiese un poco más, ¿qué tanto? Casi
nada, pues el noble caballero ambicionaba incluir en su patrimonio a la
totalidadde la Nueva España.
A esa desmedida pretensión responde el dispendio del Marqués. Quien
además de ofrecer grandes espectáculos y banquetes, solía comportarse de
un modo retador y altanero, no tanto con los más humildes poblad ores de
estas tierras (indios, zambos, patizambos y demás castas, quienes
participaron de la comilona el día del bautismo de los hijos de Martín Cortés
y Doña Ana...
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