Aghata Cristie

Páginas: 15 (3504 palabras) Publicado: 6 de abril de 2012
El caso de la dama acongojada
Agatha Christie

El timbre de la mesa de mister Parker Pyne zumbó discretamente. —¿Qué hay? — preguntó el gran hombre. —Una señorita desea verle —anunció su secretaria—. No tiene hora. —Puede usted hacerla pasar, miss Lemon —y al cabo de un momento estrechaba la mano de su visitante. —Buenos días —le dijo—. Hágame el favor de tomar asiento. La recién llegada sesentó y miró a mister Parker Pyne. Era bonita y muy joven. Tenía el cabello oscuro y ondulado, con una hilera de rizos sobre la nuca. Iba muy bien arreglada, desde el gorrito blanco de punto que llevaba en la cabeza hasta las medias transparentes y los lindos zapatitos. Era evidente que estaba nerviosa. —¿Es usted mister Parker Pyne? —Yo soy. —¿El que... que pone los anuncios? Dice usted que si laspersonas no son... no son felices, que vengan a verle. —Sí. —Pues bien —dijo ella lanzándose de cabeza—, yo soy horriblemente desgraciada, de modo que he pensado que podía acercarme a ver... únicamente a ver... Mister Parker Pyne esperó. Sabía que diría algo más. —Me encuentro... me encuentro en un apuro terrible —y retorció sus dos manos muy nerviosamente. —Ya lo veo —dijo mister Parker Pyne—.¿Cree que puede contarme el caso? Al parecer, la muchacha no estaba muy segura de eso. Con aire desesperado, miró a mister Parker Pyne. De pronto, se puso a hablar precipitadamente. —Sí, se lo diré... Ya me he decidido. Me he vuelto medio loca de nervios. No sabía qué hacer ni a quién acudir. Y entonces vi su anuncio. Pensé que, probablemente, no era más que una manera de sacar dinero, pero quedógrabado en mi memoria. Por una u otra razón, parecía tan consolador... Y pensé, además, que... bien, que no habría ningún mal en venir a ver... Siempre podría dar una excusa y retirarme acto seguido si no... bien, si no... —Está claro, está claro —dijo mister Parker Pyne. —Ya lo ve —añadió la muchacha—. Esto significa... bueno, confiar en alguien. —¿Y tiene usted la sensación de que puede confiar enmí? —Es extraño —contestó la muchacha con inconsciente descortesía—, pero tengo la sensación de que sí, ¡sin saber nada de usted! Estoy segura de que puedo confiar en usted. —Puedo asegurarle —afirmó mister Parker Pyne— que su confianza no será mal empleada. —Entonces —dijo la joven— le contaré el caso. Me llamo Daphne Saint John. —Sí, miss Saint John.

—Señora. Estoy... estoy casada. —¡Bah!—murmuró mister Parker Pyne, molesto consigo mismo al advertir la presencia del aro de platino en el dedo corazón de su mano izquierda—. Qué estúpido soy por no haberme fijado. —Si no estuviera casada —dijo la muchacha— no me importaría tanto. Quiero decir que el caso sería mucho menos grave. Me refiero a Gerald... Bien, ahí... ¡ahí está el verdadero problema! Buscó en su bolso y sacó de él un objetoque tiró sobre la mesa: un objeto centelleante que fue a parar a donde estaba mister Parker Pyne. Era un anillo de platino con un gran solitario. Mister Parker Pyne lo recogió, lo llevó junto a la ventana, lo puso a prueba contra el cristal de la misma, se aplicó al ojo una lente de joyero y lo examinó de cerca. —Un diamante muy hermoso —observó, regresando a la mesa—. Yo le daría un valor de dosmil libras, por lo menos. —Sí. ¡Y ha sido robado! ¡Lo he robado yo! ¡Y no sé qué hacer! —¡Válgame Dios! —exclamó mister Parker Pyne—. Esto es muy interesante. Su cliente se descompuso y empezó a sollozar sobre un pañuelo poco adecuado para el caso. —Vamos, vamos —dijo mister Parker Pyne—. Todo se arreglará. La muchacha se enjugó los ojos y resolló: —¿Se arreglará? ¡Oh! ¿Podrá arreglarse? —Desdeluego. Cuénteme ahora toda la historia. —Bien, todo empezó por encontrarme yo apurada. Ya lo ve usted, soy horriblemente caprichosa. Y esto a Gerald le contraría mucho. Gerald es mi marido. Tiene muchos años más que yo y su modo de pensar es... bueno, muy austero. Considera las deudas con horror. Por consiguiente, no se lo he dicho. Y me fui a Le Touquet con algunas amigas y pensé que quizás...
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