Al pie del acantilado

Páginas: 33 (8119 palabras) Publicado: 18 de mayo de 2015
Al pie del acantilado





A Hernando Cortés





Nosotros somos como la higuerilla, como esa planta salvaje que brota y se multiplica en los lugares más amargos y escarpados. Véanla como crece en el arenal, sobre el canto rodado, en las acequias sin riego, en el desmonte, alrededor de los muladares. Ella no pide favores a nadie, pide tan sólo un pedazo de espacio para sobrevivir. No le dantregua el sol ni la sal de los vientos del mar, la pisan los hombres y los tractores, pero la higuerilla sigue creciendo, propagándose, alimentándose de piedras y de basura. Por eso digo que somos como la higuerilla, nosotros, la gente del pueblo. Allí donde el hombre de la costa encuentra una higuerilla, allí hace su casa porque sabe que allí podrá también él vivir.

Nosotros la encontramos al fondodel barranco, en los viejos baños de Magdalena. Veníamos huyendo de la ciudad como bandidos porque los escribanos y los policías nos habían echado de quinta en quinta y de corralón en corralón. Vimos la planta allí, creciendo humildemente entre tanta ruina, entre tanto patillo muerto y tanto derrumbe de piedras, y decidimos levantar nuestra morada.

La gente decía que esos baños fueron famosos enotra época, cuando los hombres usaban escarpines y las mujeres se metían al agua en camisón. En ese tiempo no existían las playas de Agua Dulce y La Herradura. Dicen también que los últimos concesionarios del establecimiento no pudieron soportar la competencia de las otras playas ni la soledad ni los derrumbes y que por eso se fueron llevándose todo lo que pudieron: se llevaron las puertas, lasventanas, todas las barandas y las tuberías. El tiempo hizo lo demás. Por eso, cuando nosotros llegamos, sólo encontramos ruinas por todas partes, ruinas y, en medio de todo, la higuerilla.

Al principio no supimos qué comer y vagamos por la playa buscando conchas y caracoles. Después recogimos esos bichos que se llaman muy-muy, los hervimos y preparamos un caldo lleno de fuerza, que nos emborrachó.Más tarde, no recuerdo cuándo, descubrimos a un kilómetro de allí una caleta de pescadores donde mi hijo Pepe y yo trabajamos durante un buen tiempo, mientras Toribio, el menor, hacía la cocina. De este modo aprendimos el oficio, compramos cordeles, anzuelos y comenzamos a trabajar por nuestra propia cuenta, pescando toyos, robalos, bonitos, que vendíamos en la paradita de Santa Cruz.

Así fuecomo empezamos, yo y mis dos hijos, los tres solos. Nadie nos ayudó. Nadie nos dio jamás un mendrugo ni se lo pedimos tampoco a nadie. Pero al año ya teníamos nuestra casa en el fondo del barranco y ya no nos importaba que allá arriba la ciudad fuera creciendo y se llenara de palacios y de policías. Nosotros habíamos echado raíces sobre la sal.

Nuestra vida fue dura, hay que decirlo. A veces piensoque San Pedro, el santo de la gente del mar, nos ayudó. Otras veces pienso que se rió de nosotros y nos mostró, a todo lo ancho, sus espaldas.

Esa mañana que Pepe vino corriendo al terraplén de la casa, con los pelos parados, como si hubiera visto al diablo, me asusté. Él venía de las filtraciones de agua dulce que caen por las paredes del barranco. Cogiéndome del brazo me arrastró hasta eltalud al pie del cual estaba nuestra casa y me mostró una enorme grieta que llegaba hasta el nivel de la playa. No supimos cómo se había hecho, ni cuándo, pero lo cierto es que estaba allí. Con un palo exploré su profundidad y luego me senté a cavilar sobre el pedregullo.

—¡Somos unos imbéciles! —maldije—. ¿Cómo se nos ha ocurrido construir nuestra casa en este lugar? Ahora me explico por qué lagente no ha querido nunca utilizar este terraplén. El barranco se va derrumbando cada cierto tiempo. No será hoy ni mañana, pero cualquier día de éstos se vendrá abajo y nos enterrará como a cucarachas. ¡Tenemos que irnos de aquí!

Esa misma mañana recorrimos toda la playa, buscando un nuevo refugio. La playa, digo, pero hay que conocer esta playa: es apenas una pestaña entre el acantilado y el mar....
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