Algo Va Mal

En agosto del año pasado fallecía, víctima de una esclerosis lateral amiotrófica Tony Judt, uno de los historiadores más importantes de la última década. En el presente trabajo analizaremos su última obra, escrita con grandes dificultades debido a los estragos de su enfermedad y que se convierte en su testamento político.
Judt abre el libro con una cita de Oliver Goldsmith, literato irlandésdel siglo XVIII: “Mal le va al país, presa de inminentes males, cuando la riqueza se acumula y los hombres decaen”. A lo largo de toda la obra se nos irán describiendo los errores de la socialdemocracia, pero como señala Judt “entre las opciones disponibles hoy, es mejor que cualquier otra que tengamos a mano”. Esto nos lleva a un sistema bloqueado por el miedo, la inseguridad, la desconfianza y laapatía general que destruyen la sociedad.
Tras la catástrofe que fueron las dos Guerras Mundiales, Estados Unidos y Europa llegaron a un consenso: el Estado podía y debía intervenir “para compensar las insuficiencias del mercado”, cuenta Judt. Los protagonistas de tal consenso no eran gente que hoy consideraríamos progresista sino hombres de instinto conservador como Keynes, Attlee, Roosevelt oDe Gaulle que habían sentido pánico ante la inestabilidad social provocada por las guerras, y que comprendieron que el mejor modo de evitar una vuelta a todo eso era reducir la desigualdad, el desempleo y la inflación al mismo tiempo que se mantenía un gran espacio para el mercado y las libertades públicas, todo ello bajo estricta regulación estatal. Durante los treinta años siguientes (los TreintaAños de Oro) ese consenso se mantuvo: fueran demócratas o republicanos quienes gobernaran en Estados Unidos, o socialdemócratas o democratacristianos quienes lo hicieran en los países de Europa, no hubo grandes conflictos: los Estados (cada uno en mayor o menor medida dependiendo de su cultura política y sus posibilidades) debían proveer infraestructuras, medios de transporte públicos, subsidiosal desempleo, viviendas protegidas, sanidad subvencionada, acceso a la cultura, límites de precios y mecanismos de ascenso social a todos los ciudadanos. La fórmula funcionó, afirma Judt: en Estados Unidos y Gran Bretaña se redujeron las diferencias entre ricos y pobres, Alemania se levantó de dos derrotas en una sola generación, Francia vio cómo el empleo se volvía seguro y en el norte de Europase forjaron sociedades muy estables.
Pero ese consenso se rompió en el transcurso de una sola década, entre mediados de los sesenta y mediados de los setenta. Por un lado, los jóvenes de la Nueva Izquierda, con su confusa mezcla ideológica de maoísmo, libertad sexual, ecología y psicoanálisis, se hartaron de la tutela del Estado, del bienestar desmerecido, de los maestros autoritarios, yrompieron con la socialdemocracia. Era 1968. Por otro lado, en el extremo opuesto de la línea, una parte de la derecha (llevada por las ideas de los pensadores austriacos, que tras su experiencia con el nazismo y el comunismo consideraban toda injerencia del Estado una pendiente hacia el totalitarismo) vio en los subsidios una recompensa a la inactividad, en las empresas públicas un monumento a laineficiencia, y en la burocracia una tortura. Era la grieta que dividiría la derecha entre conservadores y neoliberales. Separadas y unidas, la nueva izquierda y la nueva derecha acabaron con el orden de las cosas que se había mantenido desde la posguerra y alumbraron nuestro mundo. Por un lado, la economía de Reagan y Thatcher. Por el otro, una izquierda hedonista y más preocupada por las identidadesminoritarias que por el proletariado. El resultado de esta simbiosis, en la que desde entonces nos manejamos políticamente, dice Judt en la primera frase de Algo va mal, es que “Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy”.
Es muy difícil acusar de catastrofista a un libro cuando grandes partes del mundo (incluidas grandes partes del mundo rico) se hallan en un estado tan...