alonso berisso
Habiendo pasado los treinta años, la vida de Felipe eran de esas que ofrecían la neutralidad que la mayoría de sociedadesoccidentalizadas se preocupan por tener, puesto que precisamente, no tienen por qué preocuparse por ellas.
La inefable clase media hallaba en él un equilibrio. Vivía solo en el tercer piso de un edificiocuyo entorno residencial era calmo. Soltero, y sin aproximaciones a una nueva relación de pareja, sus días se dividían en los comúnmente llamados laborales y no laborables. Su régimen diario no estabaregulado más que por efectos consuetudinarios, como en la mayoría.
En uno de sus días de trabajo en oficina, Felipe se quedó minutos más de los que su horario de almuerzo se lo recomendaba. Llegóal restaurante y al no ver mesa desocupada, optó por otro. Ya sentado y con el plato de entrada frente a él, se dispuso a comer. Sin embargo, el instantáneo y primer saboreo del alimento le desagradó.Aquella ensalada tenía como protagonista a media clara de huevo cocida, la cual era rellenada con una crema blanquecina que no fue de su gusto. La posterior masticación lo ratificó. En restaurantes endonde su función principal es la de alimentar más que de deleitar a sus comensales, es normal que la exaltación de éstos se dé únicamente cuando la comida no les agrada. Felipe entonces decidió nocomerlo pero no pudo abandonar la sensación de pérdida. Pagaría por dos platos cuando solo iría a comer uno. Y así transcurrieron los minutos de su almuerzo. El plato de fondo tuvo una aprobaciónopuesta, generosa. Aquella no iba a ser la última vez.
Luego de poco más de un mes, las circunstancias hicieron que Felipe fuera nuevamente a almorzar a esa suerte de restaurante sustituto. En días...
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