Ap literature
Ya no soporto escribir sobre mi relación con J., miguía en la Tradición. Tengo decenas de diarios llenos de anotaciones de nuestras conversaciones, que nunca releo. Desde que lo conocí en Amsterdam en 1982, aprendí ydesaprendí a vivir un cente- nar de veces. Cuando J. me enseña algo nuevo, pienso que tal vez sea ése el paso definitivo para llegar a la cima de la montaña, la nota quejustifica toda la sinfonía, la palabra que resume el li- bro. Paso por un período de euforia, que poco a poco va desapa- reciendo. Algunas cosas quedan para siempre, pero lamayoría de los ejercicios, de las prácticas, de las enseñanzas acaban desapareciendo en un agujero negro. O, al menos, eso parece.
El suelo está mojado, imagino que miszapatillas deporti- vas, meticulosamente lavadas hace dos días, estarán otra vez llenas de barro cuando dé algunos pasos más, a pesar del cui- dado que pueda tener. Mibúsqueda de sabiduría, paz de espí- ritu y conciencia de las realidades visible e invisible se ha con- vertido en una rutina que ya no da resultado. Cuando tenía veintidósaños, empecé a dedicarme al aprendizaje de la ma- gia. Pasé por diversos caminos, anduve al borde del abismo durante muchos años, resbalé y caí, desistí y volví.Imaginaba que, cuando llegase a los cincuenta y nueve años, estaría cerca del Paraíso y de la tranquilidad absoluta que creía ver en las sonrisas de los monjes budistas.
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