Arti Culo Martin Heidegger

Páginas: 6 (1446 palabras) Publicado: 29 de mayo de 2015
¿POR QUÉ PERMANECEMOS EN LA PROVINCIA?
Martin Heidegger
Traducción de Jorge Rodríguez , en Revista Eco, Bogota, Colombia, Tomo VI,
5,marzo 1963.

Este artículo de Heidegger, casi totalmente olvidado aun en Alemania, apareció
en 1934 en una obscura hoja periodística de provincia, y desde entonces no se
había vuelto a Publicar. Ahora lo ha recogido Guido Schneeberger en su libro
Nachlese zuHeidegger, de donde hemos tomado el texto. En 1933 se le
ofreció a Heidegger por segunda vez una cátedra en la Universidad de Berlín.
El filósofo decidió rechazar el ofrecimiento y quedarse en su Pequeña Friburgo,
es decir, en la provincia. Para justificar tal decisión escribió el artículo cuya
traducción ofrecemos aquí. (N. de la R.)

En una abrupta cuesta de un amplio y alto valle de la Selva Negra selevanta un pequeño refugio de esquiadores a 1.150 m. de altura sobre el nivel
del mar. Su planta mide de 6 a 7 m. El bajo techo recubre tres cuartos: la
cocina, el dormitorio y un gabinete de estudio. En el estrecho fondo del valle y
en la ladera opuesta, igualmente abrupta, yacen dispersos los cortijos de los
campesinos, ampliamente emplazados, con el gran techo que pende sobre
ellos. Cuestaarriba se extienden las praderas y las dehesas hasta el bosque con
sus viejos, enhiestos y oscuros abetos. Todo lo domina un claro cielo soleado
en cuyo resplandeciente espacio dos azores se elevan trazando círculos.
Este es mi mundo de trabajo visto con los ojos mirones del huésped o
del veraneante. Yo mismo nunca miro realmente el paisaje. Siento su
transformación continua, de día y de noche, en elgran ir y venir de las
estaciones. La pesadez de la montaña y la dureza de la roca primitiva, el
contenido crecer de los abetos, la gala luminosa y sencilla de los prados
florecientes, el murmullo del arroyo de la montaña en la vasta noche del otoño,
la austera sencillez de los llanos totalmente recubiertos de nieve, todo esto se
apiña y se agolpa y vibra allá arriba a través de la existenciadiaria. Y,
nuevamente, esto no ocurre en los instantes deseados de una sumersión
gozosa o de una compenetración artificial, sino, solamente, cuando la propia
existencia se encuentra en su trabajo. Sólo el trabajo abre el ámbito de la
realidad de la montaña. La marcha del trabajo permanece hundida en el
acontecer del paisaje.
Cuando en la profunda noche del invierno una bronca tormenta de nieve
bramasacudiéndose en torno del albergue y oscurece y oculta todo, entonces
es la hora propicia de la filosofía. Su preguntar debe entonces tornarse sencillo
y esencial. La elaboración de cada pensamiento no puede ser sino ardua y
severa. El esfuerzo por acuñar las palabras se parece a la resistencia de los
enhiestos abetos contra la tormenta.

Y el trabajo filosófico no transcurre cual la apartadaocupación de un
extravagante, sino que tiene una íntima relación con el trabajo de los
campesinos. Mi trabajo se asemeja al del joven campesino cuando sube la
pendiente remolcando el trineo de montaña y luego, una vez bien cargado con
leños de aya, lo dirige a su cortijo en peligroso descenso; al del pastor cuando
con su andar lentamente meditabundo arrea su ganado pendiente arriba; al del
campesinocuando en su cuarto dispone en forma adecuada las innumerables
tablillas para su techo. Allí arraiga su inmediata pertenencia a los campesinos.
El hombre de la ciudad piensa que “se mezcla con el pueblo” tan pronto
condesciende a entablar una larga conversación con un campesino. Por las
tardes, cuando durante la pausa del trabajo me siento con los campesinos en
torno de la estufa o en la mesa juntodel rincón donde está la imagen del
Señor, casi nunca hablamos. En silencio fumamos nuestras pipas. Entretanto
quizá cruza una palabra. Que el trabajo se termina en el bosque, que en la
noche anterior se metió una marta en el gallinero, que posiblemente mañana
una vaca parirá, que el campesino Oehmi ha tenido un ataque, que el tiempo
pronto “se muda”. La íntima pertenencia del propio trabajo a...
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