Autobiografía
los albores de las circunstancias me hicieron ver por vez primera la luz por allá en 1966 en tierras yaracuyanas, Venezuela. Responsables fueron de ello Petra de Hernández y DomingoHernández. Padres analfabetas, pero con la universidad de la vida en el alma.
Casa de bahareque, cuartos pequeños pendientes de hamacas, hogar humilde, amor grande; tez ingenua. Las metras de parapara,trompos de naranjo o de guayabo, carritos de madera, gandolitas con remolque de potes de leche llenos de tierra, la fonda con horqueta de mamón, de la que los pájaros y las iguanas huían con temor…Cuentos de ocaso que languidecían en la noche llenando mis labios de sonrisas o mis pupilas de terror. Todos ellos dibujaron mi infancia por una cara, por la otra cara del lienzo infantil estaba eltrabajo rudo a mi corta edad (entre los 6 y 12 años): moler maíz a las cinco de la mañana, cortarle pasto a ovejos y becerros, buscar de casa en casa de la calle del barrio sobras de comida paraalimentar cochinos, halar machete para hacer potreros, cortando matas de brusca y escoba hasta que mis manos protestaban con vejigas de sangre…
Disfruté jugando, disfruté trabajando al lado de mi padre.Ambas caras de mi infancia las disfruté, aunque a veces estuvieron salpicadas por regaños y “fueteos” que pretendían controlar mis travesuras que, de por sí, fueron pocas.
Recuerdo muy afablemente a mimaestra de primer grado, con la que estuve dos años por que no cursé preescolar. A veces, me dejaba por corto tiempo a cargo del salón y me enorgullecía al ver que mis compañeros prestaban atención,al resto de mis maestras hasta sexto grado también las recuerdo, a todas ellas les debo mi avidez de aprendizaje.
Por una trampa del destino, mi madre dejó el hogar y con él, a su esposo y a sus treshijos, sus principios y valores. Doce años contaba yo para entonces. Junto a mis dos hermanos sufrí el dolor de la ausencia maternal y sufrí viendo a mi padre sufrir la ausencia conyugal.
El...
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