Belleza Cruel - Rosamound Hodge

Páginas: 314 (78332 palabras) Publicado: 27 de enero de 2015
Créditos
EDICIONES KIWI, 2014
info@edicioneskiwi.com
www.edicioneskiwi.com
Editado por Ediciones Kiwi S.L.
Publicado en España por Ediciones Kiwi S.L.
Publicado originalmente en USA por Balzer + Bray, un sello de
HarperCollins Publishers.
Copyright © 2014 Rosamund Hodge
Copyright © de la cubierta: Erin Fitzsimmons
© Ediciones Kiwi S.L.
No se permite la reproducción total o parcial,así como la modificación de
este libro por cualquier medio mecánico, por fotocopia, por grabación u
otros métodos sin el permiso previo y por escrito de los titulares del
copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser
constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Arts. 270 y siguientes
del Código Penal).

Dedicatoria
Para Megan, Amanda y Kristen,
por decirme quedebía escribirlo

Me criaron para casarme con un monstruo.
El día anterior a la boda apenas pude respirar. El miedo y la rabia se
asentaron en mi estómago. Me pasé toda la tarde escondida en la
biblioteca, acariciando la piel del lomo de aquellos libros que jamás
volvería a tocar. Me apoyé en los estantes y deseé poder salir corriendo,
deseé poder gritar bien fuerte a quienes me eligieronaquel destino.
Observé las oscuras esquinas de la biblioteca. Cuando mi hermana
gemela, Astraia, y yo éramos pequeñas, nos contaron la misma historia
terrible que a los demás niños: «Los demonios están hechos de sombra. No
mires a las sombras durante mucho tiempo, pues un demonio podría verte».
Para nosotras fue más horrible si cabe, ya que solíamos ver a las víctimas
de ataques demoníacos,algunas gritaban, otras enmudecían de locura. Sus
familias los arrastraban a través del vestíbulo y rogaban a Padre que usara
sus artes Herméticas para curarlos.
A veces podía calmarles el dolor, aunque solo fuese un poco. Sin
embargo no había cura para la locura que inducían los demonios.
Y mi futuro marido —el Bondadoso Señor—, era el príncipe de los
demonios.
Él no era como aquellassombras viciosas y descerebradas a las que
gobernaba. Como corresponde al príncipe, su poder superaba con creces el
de sus súbditos: hablaba y adoptaba tal aspecto que los ojos de los mortales
podían mirarle a la cara sin volverse locos. Pero seguía siendo un demonio.
Tras nuestra noche de bodas, ¿qué quedaría de mí?
Escuché una tos húmeda y me di la vuelta. A mis espaldas estaba la TíaTelomache, con sus finos labios apretados formando una delgada línea, y
un mechón de pelo que escapaba de su moño.
—Nos vestiremos para la cena —lo dijo sin emoción alguna, con el
mismo tono tranquilo con el que la noche anterior, como tantas otras veces,
me decía: «Eres la esperanza de nuestra gente». Su voz se afiló—. ¿Me
estás escuchando, Nyx? Tu padre te ha organizado una cena de despedida.
Nollegues tarde.

Deseé poder agarrarla por sus huesudos hombros y sacudirla. Que
tuviera que marcharme era culpa de Padre.
—Sí, tía —susurré.
Padre llevaba su chaleco de seda roja; Astraia su vestido azul con cinco
volantes; Tía Telomache sus perlas; y yo me puse el mejor vestido de luto
que tenía, el de los lazos de raso. La comida era magnífica: almendras
confitadas, aceitunas en vinagre,perdiz rellena y el mejor vino que tenía
Padre. Incluso uno de los sirvientes tocaba el laúd en una esquina, como si
estuviésemos en el banquete de un Duque. Cualquiera pensaría que Padre
intentaba demostrar lo mucho que me quería o, al menos, que honraba mi
sacrificio. Sin embargo, en el momento en que vi los ojos rojos de Astraia
al otro lado de la mesa, supe que la cena era para ella.Así que me senté erguida en la silla, apenas capaz de tragar la comida,
pero con una sonrisa fija en la cara. De vez en cuando, el nivel de la
conversación disminuía y oía el ruidoso tic-tac del reloj del abuelo en la
sala de estar, contando uno a uno los segundos que me acercaban a mi
marido. Se me revolvió el estómago, pero sonreí mascullando alegres
banalidades como que mi matrimonio era...
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