Bosquejos

Instituto las Américas de Nayarit.


“BOSQUEJOS”

Prof.: Víctor Manuel Guadarrama
Alumno: jesus

“Bosquejos”
Ignacio M. Altamirano.
La escuela popular, como debe suponerse, conocidas mis ideas democráticas, han llamado siempre, de una manera grave, mi atención. A ella he consagrado frecuentemente mis pensamientos, en ella he puesto mis esperanzas mas risueñas, y cada vez que una grandesgracia publica, o la mas simple comparación de nuestra miseria con la prosperidad de otras naciones, pero arrebatado desde que pise el campo de la prensa, por los huracanes de la política, y obligado a pensar en asuntos mas urgentes, como eran el triunfo de los principios reformistas y la defensa de la patria, sin embargo, yo no guardaba mas que el buen tiempo, los obreros de esa grangeneración de la reforma , cuyos miembros hoy ciñen su frente con una corona de cabellos blancos, ultimo, repito por mi edad y cabello blanco, se nos ponían también el deber de levantar en seguida el nuevo y glorioso edificio del porvenir, bajo las solidas bases de la libertad y la civilización.
La republica levanta su frente victoriosa, la reforma comienza a florecer, es la hora, pues de la reconstruccióny la consolidación.
Dirijamos nuestros ojos a la escuela popular, pero veámosla, no como una necesidad de la vida social simplemente, sino como el fundamento de nuestra dicha futura; son la heces peligrosas de una bebida mortal, que han quedado pegadas al purismo vaso de la enseñanza, y que es necesario arrojar siempre.
“LA ESCUELA ANTIGUA”
Se relacionan tan amargos recuerdos, tan dolorosasemociones, tan tristes consecuencias a la memoria de la escuela antigua, es evocar, el prisionero ya en libertad, la memoria de la cárcel es que perdió la salud; es soñar la victima escapada, que va a salir del fondo de la tumba al espectro de su verdugo aborrecido.
¡la escuela antigua! Que conjunto de horrores! Que tortura para la niñez!, ¡que castigo para la adolescencia!, hubiera debido habersellamado “el ensayo de la abyección” porque allí se mataba el sentimiento de la dignidad que espiraba palpitante y aterrada en medio de mil tormentos ignominiosos, tormentos físicos y tormentos morales, que martirizaban el cuerpo, el niño prolongaba cuanto podía su triste desayuno, con mil medios para que le surgiera su agudeza infantil, pero la voz ronca del padre que recordaba que era la hora deir a la escuela, y el niño palidecía y temblaba y se llevaba las manos a sus ojos para ocultar las lagrima.
La buena madre consolaba al niño, lo arreglaba, le ponía la gran bolsa de lienzo que contenía la cartilla, el catón cristiano o el papel para planas, el plomo para rayar este, el catecismo de ripalda y la pluma de ánsar, pintada de rojo o de verde.
La pobre criatura llegaba a la escuela yvacilaba antes de entrar a ella, la escuela tenía un aspecto lúgubre y aterrador. Una sala sala ordinariamente larga, estrecha y fría, las paredes, de un color impuro y llenas de grietas, allá en el fondo, se hallaba tras de una mesa cubierta con un paño fúnebre, el maestro de la escuela, con un traje oscuro, algunas veces el pizarrón negro adornaba uno de los lados de la plataforma, nuestropequeño niño iba a arrodillarse frente a la gran cruz, rezaba el bendito en voz alta, y luego se dirigía al lugar del maestro y pedía la mano, ¡la mano señor maestro¡ decía tartamudeando, entonces permanecía quieto, quieto y solo, leyendo en voz alta, que se le inflamaban las venas del cuello.
También si su letra mejoraba era ascendido a otra regla; pero para llegar a la octava necesitaban años,paciencia, sobre todo, sufrir todos los castigos que el refinamiento clerical había inventado.

¡ Aquí has echado un borrón, pícaro, malvado!
¡Señor maestro! Exclamaba el niño enclavijando las manos.
Este rogaba, lloraba, pero en vano, el maestro alzaba furioso el terrible instrumento de tortura, y lo descargaba dos o tres veces sobre aquellas manos de siete años, pequeñas y débiles, después...