Capitulo 34
—Ha dejado sus caballos en casa, incluidos los dos sementales —dijo Vasili, todavía incrédulo—. Son toda su vida, ¿Cómo ha podido dejarlos?
Stefan condujo a Vasili hasta una silla del salón de audiencias, donde se habían reunido sus amigos más íntimos; lo empujó para que se sentara, pero esa era la segunda vez que lo hacía y parecía dudoso que su primo fuera a permanecer allí. Vasiliestaba furioso y también desconcertado, y la combinación no le sentaba bien.
—Trata de pensar con lógica —sugirió el monarca—. Si los ha dejado es justamente porque los quiere mucho. Estamos en pleno invierno.
Vasili le había dado a leer la nota de Alexandra; más aun: se la había plantado en las manos. La leyeron todos, mientras Vasili se paseaba de un lado a otro, sin ver que el papel pasaba aSerge y a Lazar.
—Aparte del clima —añadió Lazar—, la razón que ella da es muy válida: es demasiado pronto para que hagan otro viaje largo y agotador.
Vasili se levantó de un brinco para pasearse otro poco.
—¡Pues debería haberse quedado con ellos hasta que pudieran acompañarla!
—¿Tras haberle dicho tu madre que no habría casamiento?—le recordó Serge—. Probablemente supuso que ya no era bienrecibida en la casa.
—En ese caso no debe de estar lejos —insinuó Stefan—. Quizás esté todavía en la ciudad. Vasili sacudió la cabeza.
—Bulavin, su criado, dice que abandonó Cardinia y que no regresará, ni siquiera para llevarse los caballos. Simplemente mandará por ellos.
Tanya, que había acabado de leer la nota, levantó la vista.
—Obviamente, Alexandra confía en que tú los cuidarás bien,Vasili.
El resopló.
—¡Qué va!
—Tengo motivos para pensar que lo cree —aseguró Tanya. Eso lo impresionó, haciendo que clavara atentamente en ella sus ojos dorados.
—¿Qué motivos?
—Es sólo... una impresión que tengo, después de haber conversado con ella —dijo la reina, evasiva.
—¿Eso significa que no arrastró mi nombre por el lodo? —Se extrañó él, sarcástico.
Ante ese comentario, ella sonrió consuavidad.
—En realidad, tu nombre recibió algunas motas de polvo. Después de todo, es lógico que te tilde de libertino, puesto que lo eres. La réplica fue indignada.
—Pues sepa Su Majestad que, desde el momento en que la conocí, no he tocado a otra mujer.
Fue Serge quien captó la implicancia de esa afirmación.
—¿A otra...?
—Oh, Vasili —suspiró Tanya, ya desilusionada—, no me digasque sedujiste a esa inocente, cuando no tenías intención alguna de casarte.
Y Lazar:
—Por Dios, hombre, ¿cómo te las arreglaste, apiñados como estuvimos durante todo el viaje?
Por entonces Vasili estaba rojo.
—No se puede decir que la haya seducido, puesto que... Dejémoslo así. No tiene importancia, puesto que voy a casarme con ella.
—¿Qué? —inquirió más de uno, incrédulo.
Y Stefanintervino con calma, aunque en tono algo seco:
—Eso significa que te irás otra vez. Vasili asintió con la cabeza.
—Dentro de una hora. Sólo he venido a decírtelo.
—Falta poco para el oscurecer —señaló Lazar—. ¿No deberíamos esperar a mañana?
—No. Ella partió ayer temprano. Y no te he invitado —advirtió Vasili.
—Pero irá contigo —dijo Stefan, en un tono que no permitía discusiones—, y tambiénun destacamento completo. No quiero que haya más dificultades con nuestros fastidiosos amigos montañeses.
—Eso, si ella ha vuelto a su casa —apuntó Vasili.
—¿Por qué piensas que no? —Preguntó Serge.
—Porque su jefe de cuadra no quiere darme una respuesta concreta al respecto, aunque lo he amenazado con reorganizarle la cara. Y ella ha dejado todos sus baúles aquí. Esta vez quiere viajarliviana;
la acompañan sólo su doncella y los cosacos.
—Tal vez porque tiene prisa por llegar a su casa —sugirió Serge.
—En ese caso, ¿por qué no dispuso que las carretas la siguieran?
—No me parece que eso sea muy decisivo —opinó Stefan.
—Lo sé —concordó Vasili—. Por eso voy a rastrearla. Lástima que no se haya llevado los sementales, que llamarían la atención a la gente.
—¿Sugieres acaso que...
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