Caray

Una luz entera, que revela cada cosa alumbra en la escena. Cuerpos y formas, son todos, extrañamente verdaderos, nada hay que sobre, la atención es consciente y el subconsciente lehace una armonía perfecta, pensamientos sexuales, pensamientos violentos, nobles primicias y secretos, confluyen todos juntos a la misma mesa, son dichos en altavoz, son preentendidos sin treguas, sin acuerdos, comprendidos, recibidos y consentidos al unísono por sus iguales. La paz reina en mi mente, y de pronto, cuando todos estamos cercanos, yo y misespíritus reposados juntos, anidando la calma, de mi interior nace una ponzoña que nos obliga a envestirnos con odio puro, a reclamar las más superficiales diferencias. Suena una alarmalejana que se acerca. Destajándonos hay un caos horrendo, de colores y de sangre delatora de irrespetos y transgresiones; la luz sigue siendo plena y nada esconde los mutuos crímenes.Entonces despierto en mi lecho sintiendo la mente confusa y enferma habiendo olvidado todo este preludio, sintiendo en las yemas y en los oídos el recuerdo inmediato de la violencia,la adrenalina se yergue, mis ojos están muy abiertos, y reemplazan al cadáver del recuerdo de mi confuso sueño con las más urgentes diligencias del día que comienza. Y así violentadome arrojo a las calles de este castillo tapizado de asfalto y ladrillo. Salgo a recorrer los abiertos salones y callejones de un castillo de miseria clavado en una cima tan alta, queni por estar en el centro permite ver la guerra cruenta de provincias que le rodea.

Aura que envuelves todo lo humano, te tornas transparente, desapareces. Miles de iguales medan la sensación de ver una plaga devorándolo todo, uno de esos pequeños animales que entre miles conforman un mismo ser. Somos el más imbécil de todos, creyendo ser racionales.