Carta
América (unidad y diferenciación), Madrid, Taurus, 1970.
(fragmentos)
“[...] Desconfiemos, pues, de la visión del turista. El turista anda por el mundo
con la boca abierta y sólo ve u oye lo diferencial, lo extraño, lo insólito. En su propia
tierra vive por lo común sin ver nada, impermeable a lo que pasa a su alrededor, y a su alrededor también pasan cosas extraordinarias. Pero apenas sale por el mundo lleva su
provisión de radar, unas largas antenas y un precioso aparato fotográfico o
cinematográfico que lo registran todo. Y a veces percibe lo que nadie más que él ha
podido notar. [...]
Si la visión del turista es inocente, pintoresca y hasta divertida, la del purista es
más bien terrorífica. No ve por todas partes más que barbarismos, solecismos,
idiotismos, galicismos, anglicismos y otros ismos malignos. El purista vive
constantemente agazapado, con vocación de cazador, sigue el habla del prójimo con
espíritu regañón y sale de pronto armado con una enorme palmeta o, peor aún, de cierto espíritu burlón con presunciones de humorismo. [...]
Yo he revisado muchos textos de barbarismos y solecismos. En la mitad de los
casos son ellos los disparatados. Los remedios que prescriben suelen ser peores que la
enfermedad. Sus autores tienen de la lengua general un conocimiento limitado y
provinciano, y la identifican con el diccionario. Dan la impresión de que el castellano está a cada paso a punto de expirar, pero que por fortuna ahí están ellos para salvarlo.
Nunca les pasó por la imaginación que la Academia se fundó en 1713 –es decir,
anteayer, y que la grandeza del castellano es anterior a ella. Casi todas las palabras que
desataron sus iras, o su afán redentor, han ganado al fin la consagración de la Academia,
mucho más tolerante que los academicistas. [...]
Por lo demás ¿qué quiere decir pureza castellana? El castellano es un latín
evolucionado que adoptó elementos ibéricos, visigóticos, árabes, griegos, franceses,
italianos, ingleses y hasta indígenas de América. ¿Cómo se puede hablar de pureza
castellana, o en qué momento podemos fijar el castellano y pretender que toda nueva aportación constituye una impureza nociva? La llamada pureza es en última instancia
una especie de proteccionismo aduanero, de chauvinismo lingüístico, limitado,
mezquino y empobrecedor, como todo chauvinismo. [...]
Nos hemos burlado de la concepción turística y consideramos falsa y dañina la
visión del purismo. ¿No es hora ya de ensayar una visión filológica? Tenemos que plantearnos dos cuestiones fundamentales. Primera, si hay una unidad lingüística a la
que pueda llamarse “español de América”, o hay más bien una serie diferenciada de
hablas nacionales o regionales. Segunda, si ese supuesto “español de América” es una
modalidad armónica y coherente dentro del español general, o si presenta, por el contrario, una diferenciación estructural y unas tendencias centrífugas que le auguran
una futura independencia.
Para abordar estas cuestiones voy a partir de dos perspectivas opuestas. La vieja
Gramática general, del siglo XVII, sostenía que cuanto más lenguas conoce uno, más
llega a la convicción de que no hay sino una sola lengua: la del hombre. La Gramática
general postulaba una unidad fundamental entre las distintas lenguas del mundo, una
comunidad de recursos expresivos esenciales, o de moldes esenciales, del lenguaje
humano. Frente a ella la lingüística moderna ha sido más bien atomizadora,
desintegradora. Esa unidad que se llama la lengua general, el español, el francés, el
inglés, es una abstracción, una realidad inexistente. No se habla igual en Madrid, en ...
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