Cineasta

La Vitrina

Beatriz había viajado con su esposo sin mucha ilusión, de que en ese montón de clientes iba a convencer a alguien, pero igualmente y sabiendo que se cansaría, decidió acompañarlo detodas maneras. Llegaron al último lugar de visita y se derrumbo en el asiento, de fino tapizado de el coche nuevo algo imprescindible para el trabajo de su marido.
1- Me demoraré un rato, Beatriz,¿No quieres bajarte y tomar un café?  Preguntó él, con tono cansado.
2- No, no te preocupes, yo estoy bien en el auto y si me aburro sigo leyendo el libro que traje, contestó Beatriz, tranquilizándolo.Primero decidió quedarse en silencio, con los ojos cerrados, pero pronto los abrió y contempló la calle casi desierta, los pocos transeúntes que quedaban no se notaban y se detuvo en la vitrina deuna casa de Modas, frente a la cual habían estacionado. En este ostentaban una colección de maniquíes luciendo ropas carísimas, pero no llevaban pelucas como lo acostumbran. Beatriz sintió como si lasestatuas flexibles dirigieran su mirada, todas hacia ella. Se estremeció de escalofríos. De pronto, le pareció que los maniquíes salían de la vidriera y iban hacia su auto, donde ella se hundía cadavez mas y mas en el asiento.
La llamaban, y sus rostros parecían amables pero fríos, sus cabezas sin pelos le impactaron. Beatriz sonrió y bajó del coche, como flotando. Se tocó la nuca y un remolinode rulos la calmó. Ahora era una más. Se sentía delgada, estilizada, alta, elegante, sus piernas eran largas y esbeltas y lo mejor de todo, tenía pelo.
La noche ya había llegado. Todo estabaoscuro, salvo por las luces encendidas de la vidriera adonde la llevaban. De allí, bajaron por una corta escalera al salón de ventas y comenzaron a danzar. Beatriz los acompañó hasta marearse y caer alpiso.

Quiso levantarse pero no pudo. Sus compañeros de baile se abalanzaron sobre ella y observándola fijamente, bailaron a su alrededor. Algunos, la pisaron, pero eran tan livianos que Beatriz,...