concilio de trento
En realidad pasó mucho tiempo, incluso siglos, hasta el conocimiento, aplicación y universalización de los decretostridentinos, y prevaleció en casi todas partes el humanismo cristiano (en el terreno protestante y en el católico) como cultura dominante, según ha demostrado Jacques Le Goff. Por otro lado, hay una tensión interna entre quienes tenían al Concilio como una realidad viva y lo que ha llegado hasta nosotros por vía documental y de tradición, porque fue más lo que siguió al Concilio que lo que pasó durante sucelebración. Pero repito, ¿habría sucedido lo mismo sin él? Posiblemente sí, porque había fuerzas superiores anteriores al Concilio y que sobrevivieron sin él, corrientes espirituales que ni participaron en Trento ni recibieron su legado inmediatamente después. Esta cultura había echado raíces en Europa y fuera de ella, formando una corriente espiritual, especialmente en España y América, que habíanacido con el cardenal Cisneros y que sobrevivió a las restricciones de la Inquisición gracias al ingenio de mujeres y hombres como Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.
Entre los principales mitos, producto en muchos casos de los prejuicios y la ignorancia, está el de que los jesuitas, especialmente Ignacio de Loyola, fueron los paladines de la Contrarreforma. En 2017 se conmemorará la efeméride delos quinientos años del inicio de la reforma protestante de Martín Lutero. Católicos y protestantes, desde el campo de la Historia de la Iglesia y del movimiento ecuménico nacido del Concilio Vaticano II, buscan el modo de pasar del conflicto a la comunión. El gran obstáculo no es el doctrinal (el problema teológico de la justificación, en que se han acortado distancias tras una declaraciónconjunta en 1999, aunque todavía queda camino por recorrer), sino el histórico, por lo que representa el Concilio de Trento en cuanto mito, pues, a pesar de haber participado protestantes y no haber sido condenado nominatim ningún heterodoxo como herético, lo que simboliza la Era Tridentina se vislumbra como un obstáculo insuperable por el peso de quinientos años de historiografía marcada por lascontroversias y confesional, en cuyo centro estaban las papas y los jesuitas. Recientemente he puesto de relieve que Ignacio (Ignacio de Loyola, Madrid, Taurus, 2013, recensionado recientemente en Revista de Libros), nada tenía que ver con Lutero y que el contrarreformismo jesuítico inicial es un mito histórico. Por otro lado, tampoco los papas más «reformados» lo fueron tanto: véase si no el...
Regístrate para leer el documento completo.