Conferencia náutica

Bajaba las escaleras, Amanda lo miró por la ventana. Era la última vez que lo veía antes del viaje, y siempre estaba la posibilidad de que fuera la última, aunque Amanda no pensaba en eso. Ella había nacido en barco, y le parecía natural morir ahí. Además, su trabajo actual era dar clases, así que de todas maneras navegaba gran parte de su tiempo. Una o dos veces por año, a veces más, hacía unanavegación grande. Desde hacía dos años, la vuelta al mundo. Así de fácil decirlo pero, por supuesto, no tan sencillo. La primera cosa difícil era conseguir financiamiento. Su primer viaje lo había hecho gracias a una multitud de sponsors, y no compitió, porque ninguna regata en solitario la aceptaba para una primera vuelta. Claro que ya había dado la vuelta al mundo en distintos veleros, perohasta que no lo hizo sola no sintió que lo había hecho de verdad. Al estar con otros, algo de la experiencia se disolvía en el grupo, el miedo, la responsabilidad, sobre todo el silencio.
Ella tenía que dar la vuelta sola, así lo había hecho su padre cinco veces, y en la sexta había  muerto en su ley, en medio del mar. Su mamá ya la había dejado, en un accidente de surf. Amanda a veces pensaba quesu vida era una mala película acerca de unos piratas que no robaban nada.
La primera regata pensó que todo empezaba a mejorar. La habían admitido a pesar de estar seis meses por encima de la edad reglamentaria para participar por primera vez. Había pasado demasiados años cuidando y enseñando vela a pequeños grupos de optimist que la obligaban a gritar desaforadamente a través del megáfono a lostimoneles de entre seis y diez años, inseguros y caprichosos, que empezaban a aprender vela en los mares helados de Liverpool.
Cuando el tiempo era malo, es decir demasiado seguido a pesar del optimismo de los organizadores, tenía que ocuparse de las supuestas "clases teóricas", que recalaban casi siempre en el caos. Ni hablar de embarcarse como tripulante en cualquier velero, Amanda tenía unhijo, que se había independizado hacía poco, y eso le había permitido ingresar en el circuito selecto pero siempre variante de tripulaciones, cruceros y regatas.
Y ahora Peter se iba, bajaba las escaleras dejando unas palabras de amor flotando sobre la cama. Amanda pensó en su hijo, al que no veía hacía ya dos años, y ella no llegaba a entender por qué. Se había juntado con una mujer bastante mayorque él, que le había hecho lugar en su casa y lo dejaba desarrollar su técnica de instrumentista y de fumador de marihuana con toda tranquilidad. Cada tanto, tal vez dos meses, el teléfono sonaba y Amanda podía escuchar que todo estaba muy bien, pero que lo de verse lo podían dejar para más adelante. La última de estas veces, le había comentado lo del viaje, y él se había alegrado mucho. Estabaorgulloso de ella, dijo.
Ella nunca le había dicho algo así, pensó.
Se tiró en la cama, y cerró los ojos. Todo estaba listo, ahora solo tenía que relajarse. Miró el reloj. Había dormido seis horas. A partir de esa tarde, entraría en el tiempo del barco, su sueño tendría veinte minutos, atenta al viento, el oleaje y la ruta.
 
Cabo de Hornos. Amanda sabía de esa tormenta, le habían advertidoque, por la velocidad que llevaba, se la encontraría como si la hubiera estado buscando. Y la había buscado, era imposible llegar antes, inaceptablemente fácil llegar después. Ahora solo tenía que atravesarla.
El viento no era el menos apropiado para salir rápido, tal vez en solo diez horas, de la zona más peligrosa. Amanda abrió una barrita de cereal y miró la chubasquera diminuta que tenía porvela y le ayudaría a mantener el rumbo correcto. No le gustaba comer en estas situaciones, pero hacía doce horas que estaba en tormenta, y se había dormido algunos minutos. De repente, una polilla. ¿Cómo no la había visto antes? La cabina era pulcra, pequeñísima. No era imposible que viniera durmiendo desde zonas más cálidas, pero era raro. El barco se dio vuelta.
 
Los veleros comunes, si se...