Conjuros Felipe Garrido
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Felipe Garrido
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Conjuros
Felipe Garrido
BARCELONA MÉXICO BUENOS AIRES
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Para Sonia, todos los conjuros
Para mis cómplices: Huberto Bátis, en Sábado; Hugo
Gutiérrez Vega, Luis Tovar y Francisco Torres Cór
dova, en La Jornada Semanal
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Conjuro primero
De una inscripción en la arena, abandonada al viento: «...te convo
co y te condeno a que no puedas cerrar los ojos sin verme, abrir los
labios sin llamarme, saciar la sed sin sentir en tu boca la mía, tocar
tu cuerpo sin creer que me acaricias, doblar una esquina sin la espe
ranza de hallarme, alzar el teléfono sin oír en mi voz tu nombre,
abrir un libro sin leer estaspalabras, porque el único amor que me
hace falta es el tuyo, y lo necesito de esta manera desmesurada en
que yo...».
Suspenso
Cerrar un ojo para cuadrar en la mira el blanco —alguien que esté en
la parada, en la calle que se va quedando sola—. Aguantar la respi
ración, quieto al cobijo del muro, los brazos extendidos. Quitar el
seguro. Amartillar la pistola. Saber que están a punto de regresar.Apoyar el dedo en el gatillo. Sentir el corazón.
Calcular cada movimiento para no ser descubierto: poner el se
guro, sacar el cargador, vaciar la recámara, guardar el arma en el
estuche, subirse a la silla, meter la caja de madera bajo las sábanas,
en lo alto del clóset, volver la silla a su lugar... asegurarse de que
nada diga que cuando se quedan solos él se apresura a dormir a los
hermanos, seviste el piyama, toma la pistola, sube a la azotea, cie
rra un ojo para cuadrar en la mira el blanco —cualquiera que esté a
la vista—, aguanta la respiración, quieto, a oscuras, el dedo midien
do la resistencia del gatillo que nunca ha oprimido, siente pasar el
tiempo, baja el percutor, escucha el automóvil que llega, alarga un
instante más el tenerlo a tiro, galopante el corazón.
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La Quinta
Entonces lo recuerdas. Confundido con un sueño, extraviado en la
memoria, cubierto de ceniza, de pronto llamarada espejo, punzante
realidad. El barrio perdió la paz, los árboles su luz dorada; las casas se
hicieron estacionamientos, misceláneas, escuelas, talleres, edifi
cios, oficinas. Pero La Quinta es la misma y mamá Tita los recibearrastrando los pies, pidiéndoles paciencia mientras enciende su
aparato para oírlos. «¡Tanto tiempo!», grita alzando los brazos papá
León y luego, a tu marido, «¿Ya no te acuerdas? Ahí al lado de la es
calera». Sigues a Leoncito, que quiere agua. «Voy arriba, ma», grita
Marita. «Dale lo que pida», insiste tu padre, que sigue al niño con el
refresco, Manuel viene por el pasillo sacudiéndose lasmanos, Marita
baja a saltos, corre a tus brazos, mete la cabecita al lado de tu cuello,
un murmullo sólo para ti, y sus palabras te queman, te devuelven a
tu infancia, te hacen apretarla mientras la escuchas: «¿Quién es,
ma? ¿Quién es esa vieja que está arriba? ¿Por qué está llorando, ma?».
El capitán
E luego dijo el capitán que nadie lo siguiese porque aquella empresa
los cielos se la habíanseñalado y sólo la fuerza de su brazo podría
acometerla. Vímoslo bajar con la espada en la mano e la cabeza des
cubierta, entre aquellos árboles tan altos que escurecían la mañana.
E unos dijeron, luego que no volvimos a verlo, que el mucho sol y el
poco descanso le habían consumido la cordura. E otros que había
sido la codicia, porque en aquellas tierras había oro, e más río abajo.
Y para mí me tengoque no fue el sol ni los trabajos pasados y ni si
quiera la gana y el gusto del oro, sino aquella muchacha de tetas
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Conjuros
picudillas y cabellos crespos que olía a tamarindo y le dio a probar
su carne, de color loros, sus ojos de capulín. [De Nuevas navegaciones..., atribuido a Antón Gil, el Xamurado.]
Vuelo histórico
Señoras y señores...
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