Contemporaneo

Prólogo

Narrativa Colombiana Contemporánea:
Un Largo Adiós a Macondo
En el transcurso de los años cincuenta y sesenta en Colombia, como en otros países de América Latina, ocurrieron explosiones que dinamitaron de manera irreversible el panorama literario y artístico del país. La insurgencia de una poesía irreverente con los nadaístas, el auge de las revistas Mito y Eco, el surgimiento deun nuevo teatro, las rupturas en las artes plásticas y los sueños latinoamericanistas provocados por la agitación social ideológica, creaban un ambiente de efervescencia. El viejo país católico dominado por ancianos gramáticos era desplazado por la locura de una diáspora nacional causada por los episodios de La Violencia de los años cincuenta: la capital comenzaba a ser poblada por losdesplazados de las provincias y al interior del país surgían nuevos centros urbanos con intensas actividades culturales y raciales, en una danza de movilidad y diáspora social inédita hasta entonces. No fue extraño que en ese contexto jóvenes de provincia fueran los seguidores del Primer manifiesto nadaísta de Gonzalo Arango, publicado en 1958, y se lanzaran desde distintas regiones como nómadas cruzados arecorrer el país en busca de “una revolución en la forma y el contenido del orden espiritual imperante en Colombia”.
Al mismo tiempo que los incendiarios iconoclastas nadaístas trataban de cercar la prudente y engolada capital, jóvenes devoradores de libros como Darío Ruiz Gómez, Germán Espinosa, Nicolás Suescún, Fanny Buitrago, Oscar Collazos, Policarpo Varón, Ricardo Cano Gaviria, GustavoAlvarez Gardeazábal, Fernando Cruz Kronfly y Rafael Humberto Moreno-Durán, entre otros muchos, irrumpían con fuerza en esos ámbitos de la nouvelle vague y con su sólida formación trataban de romper la cristalería retórica de un país que no imaginaba los horrores sin nombre del futuro ni cicatrizaba aún el holocausto del pasado.
Animados por el auge editorial proveniente de los países del conosur y de México, a través del cual se lograba tener acceso a buenas traducciones de literatura contemporánea, aquellos jóvenes dejaron testimonio en revistas y suplementos de su gran inquietud crítica, constituyéndose así en otra generación “moderna” del país. Ellos serían los primeros en romper de tajo con la cortesía y la sumisión general ante la grandilocuencia encorbatada de los políticosescritores, en inyectar otra visión del erotismo en textos de corte urbano abiertos al mundo, lejos ya del telurismo realista, y en ejercer una seria reflexión sobre los rumbos y rupturas estéticas del momento.
Antes, por supuesto, existieron otros episodios de rompimiento. Por ejemplo, los demoníacos José María Vargas Vila, Tomás Carrasquilla y Fernando González, en distintas épocas se salierondel redil, pero fueron casos aislados, que no iban más allá de asustar a unas cuantas monjas. Un novelista como J. A. Osorio Lizarazo publicó una abundante obra donde mostraba las realidades urbanas y agrarias del país, pero su prosa no dio el salto que ya ocurría en otras partes del continente. La gran obsesión hasta entonces era La Violencia y los cuentistas y novelistas volvían sobre losmismos horrores como fue el caso de Daniel Caicedo con su espeluznante Viento seco, paradigma de la literatura de la violencia y Tulio Bayer con Carretera al mar, entre otros. Los poetas Luis Vidales y León de Greiff, el primero con su libro Suenan timbres y el segundo con Tergiversaciones, escandalizaron en su momento, pero el dominio siguió en manos de los rancios de venia, librea y corbatín, con supoesía de Piedra y Cielo, sus sonetos o sus discursos plagados de joyería ateniense, hasta cuando la guerra civil trastocó el país y encendió los campos y ciudades en una orgía de sangre, tras la cual las estructuras culturales, psicológicas y sociales debían replantearse. La palabra tenía que sufrir sus consecuencias.
Acababa de pasar el corto sueño de la revista Mito. En torno a la...