Cosas Que Nadie Sabe

Páginas: 371 (92568 palabras) Publicado: 19 de abril de 2015
Cosas que nadie sabe
Alessandro D'Avenia
Traducción de
César Palma Hunt
www.megustaleer.com

Índice
Prólogo
PRIMERA PARTE EL DEPREDADOR
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
SEGUNDA PARTE LA MADREPERLA
Epílogo

Agradecimientos
Sobre el autor

A mis hermanas Elisabetta,
Paola y Marta,
perlas que la vida me ha
regalado

Que si todo dependiera de los mortales,
primero elegiríamos el día del regreso
del padre.HOMERO, La Odisea, canto XVI, 148149

Prólogo

Cumple catorce años y está sentada a proa. Los
ojos verdes, risueños y melancólicos, están
imantados por el horizonte: una línea tan clara
que tiene que dar miedo. El mundo es una
caracola. Le hace eco a la luz, da toda la que
recibe, hasta en forma de sombras. Y la luz es
la única orden del alba. Una orden severa,
porque cuando sale la luz tambiénnos salen las
lágrimas.
—¡Pareces un mascarón! —le grita el
padre, tratando de hacerse oír por encima del
viento que empuja el barco mar adentro de la
Bahía del Silencio. Las gaviotas acarician el
agua en busca de presas y, cansadas, se posan
en el mar. El olor seco de la costa ya está
lejos.

Margherita, las piernas abandonadas al
viento y al vacío, se vuelve y extiende sobre la
madera del cascosus catorce años recién
estrenados. Lo observa. Una sonrisa talla el
rostro del padre, que ha llegado a la edad en la
que cada pliegue o arruga se halla ahí donde ha
de estar y el rostro revela con gracia impúdica
quién eres, quién has sido y quién serás. Tiene
el pelo tupido y negro, como el de Margherita,
y los ojos aún más negros, si cabe, que el pelo
—Margherita, que los tiene verdes ytransparentes, le ha robado los suyos a su
madre—, la piel de la barba recién afeitada y
perfumada con el aftershave que su mujer le
regala desde novios.
Eleonora se ha quedado en casa con
Andrea, el hijo menor, preparando la comida de
la fiesta. Con la barbilla apoyada en las manos
juntas, Margherita, fingiéndose ofendida, dice:
—¿Un cascarón?

—Un cascarón no... ¡un mascarón!
El padre, dejando por unmomento el
timón y lanzando una ojeada a los catavientos,
bien pegados a la vela, le responde
gesticulando, casi pintando en el aire las
palabras:
—Los antiguos marineros tallaban en la
proa de los barcos una figura humana, que
cumplía la función de protegerlos. Al principio
solo eran ojos enormes, que permitían a los
barcos ver la ruta. Después los convirtieron en
divinidades femeninas: mujerespreciosas, de
mirada hipnótica, capaz de embrujar a las olas y
de atemorizar a los enemigos.
Margherita sonríe y entorna los ojos. Se
retuerce y vuelve a la postura de antes. El pelo
la sigue, una cascada negra alborotada por el
viento e impregnada de luz. Hermosa e inmóvil
como un mascarón, con sus ojos de mar: iris
verdes húmedos de lágrimas que el aire seca

muy rápidamente dejando apenas unleve rastro.
A los catorce años se llora con frecuencia, de
alegría o de dolor, da lo mismo. Las lágrimas
no se distinguen, y la vida es tan tierna que se
derrite como la cera al fuego para convertir a
una niña en mujer.
Margherita balancea las piernas en el
vacío y el mar salpica confetis de luz y agua
contra sus plantas desnudas, que dan patadas
contra la línea del horizonte tratando de
romperla.Pero la línea permanece intacta. La
mira: hilo de la vida, suspendido entre cielo y
tierra, sobre el que se imagina a sí misma en
[1]

equilibrio. A vita è nu filu, dice siempre su
abuela Teresa, en la lengua carnal de su tierra.
Y a los catorce años eres un funámbulo
descalzo sobre tu hilo y el equilibrio es un
milagro.
Es el verano de su vida. Es el alba de una
edad nueva. Su padre y ella, solosen un barco

de vela, a pocos días de que empiece el
instituto, el día de su cumpleaños. Margherita
cierra un instante los ojos, estira la espalda
sobre el casco y extiende los brazos. Cuando
abre los ojos, una fuerza invisible inunda la
vela. Es el viento. No lo ves ni lo oyes hasta
que encuentra un obstáculo, como todas las
cosas que han existido siempre. Hasta el mar
parece no tener límites,...
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