Crónica Narrativa

La facultad está nueva, casi a estrenar, los alumnos se mueven por ella incómodamente, la sienten ajena y buscan familiarizarse, la recorren. Subsuelo, planta baja, primer piso, segundo y tercero.Entre esas opciones se puede elegir al subir al ascensor. Si se aprieta cualquiera de esos botones, el ascensor se detendrá en alguno de los amplios y luminosos pisos de la facultad, calcadosidénticos, con sus pasillos relucientes y paredes desnudas que delatan la juventud del edificio.

Sin embargo, para aquellos que prefieren utilizar la escalera, aquellos que tengan que cursar en eltercer piso y suban agitados hasta él, descubrirán, si no tienen la cabeza pensando solo en los parciales, que existe algo más allá, un nuevo nivel. Un lugar diferente a los anteriores, asimétrico,dispar. Llamar piso a ese lugar minúsculo sería faltarle el respeto a los demás pisos: grandes, mejor dicho gigantes; con sus pasillos eternos y brillantes. No llamarlo sería ignorar el ingenio deaquella persona que lo planeó, que lo diseñó junto a todo el edificio y que le dio una función, única, diferente. Sería pensar que ese lugar está allí de casualidad y sería entonces omitir está función,todavía desconocida.

Ese espacio ridículamente oculto surge en el “cuarto nivel”. El fuerte olor a pintura ya se puede sentir desde el piso anterior y va aumentando a medida que se vasubiendo la escalera. Una vez arriba, se ve un extraño aparato. Una máquina, una máquina grande, que en esa sala parece enorme, que la llena dejando poco espacio, pero que es acorde al tamaño del edificio.Un equipo de aire acondicionado que era pero que ya no es nada más que un armatoste viejo e inservible, una superficie en la que se pueden apoyar cosas, ideal para el vaso del café vacío.

Niventanales, ni pasillos, ni limpieza, ni aulas, ni pisos lustrados, ni espacio, ni alumnos, ni ascensor que llegue. El lugar es oscuro y pequeño. El piso está cubierto por polvo de construcción,...