Cuento con palabras en latín

“Para una epístola sin posdata”
Lola Lorenzo Corona, alias Luna, es una de las niñas más bondadosas que han existido, muy gentil, pero es muy, muy perezosa.
No hay nada que le guste más queacurrucarse en un rincón cálido bajo el sol, comiendo una paleta de hielo, mirando el cielo, a la sombra de un árbol, en el jardín de “La Ortiga”, y no hacer nada.
Una pitonisa de feria le ha dicho quedebe ser por su signo del zodiaco: cáncer. Pero Lola no cree en esas cosas.

La mamá de Lola, una fémina de notable belleza, deseaba mucho que su hija aprendiera a leer a priori, pero la señora quetrató de enseñarle en un libro y con un álbum de letras como un plus y anotando en su agenda los avances, pronto se dio por vencida.
-No sirve de nada, ¡qué tortura! -dijo, -Lola no va a aprender–-Creo que debo llevarla al doctor, mañana que es día feriado y no hay clases en el campus y las consultas son gratis.-
¡Era urgente que le dieran una cura!
Lola no era tonta, no era su culpa, peroera demasiado perezosa para cualquier cosa. Esa era la causa.

Y sucedió que, poco después de esto, el jueves de corpus, un senior extranjero con ultra fama y con un currículum muy extenso, que habíaregresado a su alma mater, la Universidad del Águila, llegó a la casa donde vivía Lola.
Trajo consigo algo que nadie en el barrio había visto antes : un par de patines.

De facto, cuando Lola vioa aquella persona correr sobre sus patines de un lado al otro de la plaza, quedó tan sorprendida que casi no sabía qué pensar.
A grosso modo, les explico que ella corría tras él como un gato glotónde maullido agudo, sus ojos negros sin culpa, brillando como nunca antes habían brillado.

Un día, el senior le permitió probar los patines.
La niña estaba muy feliz y agradecida. Su bulla senotaba en todo el vecindario.
Por supuesto, se caía y revolcaba sobre el piso, la banqueta, el cemento, etcétera, pero no le importaba para nada.

-Mira, Lola - dijo William, que así se llamaba, -...