Cuento Corto

Páginas: 9 (2173 palabras) Publicado: 15 de agosto de 2013

HERNANDO nUEZ




HI.MANDO TtLl.sz

.,

Espuma y' nada más


N

o SALUOO al entrar. Yo estaba repasando sobre una badana la
mejor de mis navajas. Y cuando lo rec.onocf me puse a temblar, Pero ~l
no se dio cuenta. Para disimular continué repasando la hoja. La pr~
Juego contra la yema del dedo gordo y voM a mirarla, contra la luz. En
ese instante se quitaba el cinturónribeteado de balas de donde pendfa la
funda de la pistola. Lo colgó de uno de los clavos del ropero y encima
coloc6 el kepis. Volvió completamente el cuerpo para hablarme y des­
haciendo el nudo de la corbata, me dijo: "Hace un calor de todos los
demonios. Aféiteme", Y se sentó en la silla, Le calculé cuatro d'as de
barba. Los cuatro días de la última excursión en busca de los nuestros.
El rostroaparecía quemado•.c:urtído por el sol. Me puse a preparar mi­
nuciosamente el jabón. Corté unas rebanadas de la pasta, dej¡Ú¡dolas '
caer en el recipiente. mezclé un poco de agua tibia ycon Ja brocha em­
pecé a revolver. Pronto subió la espuma. "Los muchachos de la tropa
deben tener tanta barba como yo", Seguí batiepdo la espuma. "Pero nos
fue bien, ¿sabe? Pescamos a los principales. Unosvienen muertos y otros
todavía viven. Pero pronto estarán todos muertos", "¿Cuántos cogie­
ron?", pregunté. "Catorce. Tuvimos que internarnos bastante para dár
con ~lIos, Pero ya la están pagando. Y no se salvar' ni uno, ni uno", Se
ech6 para atris en la silla al verme con )a brocha en la mano, rebosaJVe
de espuma. Faltaba ponerle 'la sábana. Ciertamente yo estaba aturdido.
Extraje del cajón unasábana y la anud~ al cuello de mi cliente. Él no
cesaba de hablar. Suponía que yo era uno de 105 partidarios del orden.
"El pueblo hab~á escarmentado con lo del otro día", dijo. "S'" ~ repuse

mientras concluía de hacer el nudo sobre la oscura nuca, olorosa a su­
dor. "¿Estuvo bueno, verdad?", "Muy bueno", contesté mientras regre­
saba a la brocha. El hombre cerr610s ojos con un gesto defatiga y esperó
as( la fresca caricia del jabón. Jamás lo habla tenido tan cerca de mS. El
día en que ordenó que el pueblo desfilara por el patio de la Escuela para
ver a los cuatro rebeldes alti colpdos, me crucé con él un instante. Pero
el espectáculo de los cuerpos mutilados me impedía fijarme en el rostro
del hombre que lo dirigía todo y que ahora iba a tomar en mis manos.
No era un rostrodesagradable, ciertamente. Y la barba, envejecíéndolo
un poco, no le cala mal. Se llamaba Torres. El capitán Torres. Un hom­
bre con imaginación, porque ¿a quién se le habia ocurrido antes colgar
a los rebeldes desnudo¡ y luego ensayar sobre determinados sitios del
cuerpo una mutilación a bala? Empecé a extender la primera capa de
jabón. Él seguía con los ojos cerrados. "De buena gana me idaa dormir
un poco", dijo, "pero esta tarde hay mucho que hacer", Retiré la brocha
y pregunté con aire falsamente desinteresado: "¿Fusilamiento?", "Algo
por el estilo, pero más lento", respondió. "¿Todos?". "No. Unos cuantos
apenas". Reanud~, de nuevo, la tarea de enjabonarle la barba. Otra vez
me temblaban las manos. El hombre no pod[a darse cuenta de ello yesa
era mi ventaja. Pero yohubiera querido que él no viniera. Probablemente
muchos de 105 nuestros 10 habrfan visto entrar. Y d enemigo en la casa
iml¡lOne condiciones. Yo tendr~a que afeitar esa barba como cualquiera
olri, con cuidado, con esmero, como la de un buen parroquiano, cuidan~
do de que ni por un solo poro fuese a brotar una gota de sangre. Cuidando
de que en 105 pequeños remolinos no se desviara la hoja. Cuidandode
que la piel quedara limpia, templada, pulida, y de que al pasar d dorso
de mi mano por eUa, sintiera la superficie sin un pelo. Si. Yo era un
revolucionario,clandestino, pero era también un barbero de conciencia,
orgulloso de la pulcritud en su oficio, Yesa barba de cuatro días se pres­
taba para una buena faena.
To~é la navaja, levanté en ángulo oblicuo las dos cachas, dej6 libre
la...
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