Cuento Corto
No iba a vender todo, eso habría sido grosero, y temía que mi abuela, conociendo su carácter y fuerte temperamento, regresara desdela tumba para darme un buen regaño. No dudaba que lo hiciera, había vivido con esa mujer diecinueve años y sabía que era capaz de lo que sea.
Al entrar a la casa me dirigí directamente hacia su habitación y comencé a buscar algo de valor que no tuviera mucho valor sentimental para mí.
Entere un par de pañuelos dentro del baúl que encontré bajo la cama había un paquete de cartas que mi abuelole había enviado en su juventud cuando la distancia los separaba y trataban de mantener su comunicación.
Me embriague leyendo las palabras que aquel hombre enamorado le escriba deseando algún día encontrar a alguien así de especial. Muchas fueron las que me gustaron, pero fue sobre todo una la que me hizo suspirar. Esta carta decía algo así:
27 de Julio de 1967
No sabes cuánto te extrañoAmelia. Normalmente los días pasan y te extraño porque no te veo, no puedo hablarte, y sobre todo, no puedo sentirte, sin embargo esta vez te extrañe porque quería contarte todo lo que me paso la noche anterior y no estabas a mi lado. En realidad no sé si vas a creerme lo que te digo pero puedo prometerte por todo el amor que te tengo, que lo que te voy a contar es completamente cierto.
No se si lorecuerdas, pero te conte una vez que si hacias bien las rondas que te tocaban en el día, el jefe te premiaba con una salida por la noche. bueno, aquel día mi ronda fue la mejor. No es fácil vivir de este trabajo porque no siempe hay buenas noticias para publicar. Pero cuando mi jefe leyó el articulo que había escrito sobre cierta huelga que se formo justo afuera de las oficinas, quedo impresionadoy no dudo en llevarme aquella noche por un par de tragos.
Nos quedamos hasta tarde en aquel bar, y justo cuando el sueño comenzaba a ganarle a causa de la embriaguez, aquel hombre respetale, al cual nunca había visto en aquel estado, puso su mano sobre mi hombro y se acerco para decirme algo.
Primero comenzó a felicitarme de nuevo porque mi articulo vendería varias copias en aquel mes.Después comenzó a contarme algunos de sus problemas con mis compañeros. Cosas que a veces me divertían, pero algunas otras que hubiera deseado no saber nunca.
Eran cerca de las tres de la mañana y me despedi de el porqué ya estaba realmente cansado. Me dio un apretón de manos y después se acerco de nuevo con lentitud para susurrarme al oído.
“Deberías tomar un taxi” , me dijo con una voz difusa entrela risa y la preocupación. “Está bien señor” – Respondí – “Mi casa está cerca”
“Pero la luna esta roja hoy” – me replico impidiendo que siguiera avanzando.
“No entiendo señor” – le dije sin perderle nunca el respeto.
Fue entonces que comenzó a contarme una vieja leyenda que circulaba entre los bohemios frecuentes de aquel lugar. Él, al igual que yo lo hago ahora, juraba que cada una de...
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