Cuento

“Ratas”

La primera noche, acurrucado en su cama del altillo, Esteban pensó que se trataba del vecino. Estaría pulverizando algún metal contra la pared. Es herrero; aunque a estas horas… ysobretodo, el ruido parece vivo: un chillidito agudo, como si algo o alguien llorara dentro de los ladrillos.
Esteban había sido condenado a una semana de altillo por haberse escapado de la escuela.El primer año de la secundaria lo había empezado en un colegio nuevo y no le caían bien sus compañeros, a quienes, por otra parte, no le interesaba conocer. Era un chico sensible que participaba delmundo como de reojo.
Mudó sus cosas un Sábado. Durante el día, desde la estrecha ventana, se veía únicamente un pedazo de la copa del Paraíso que habían plantado sus padres antes de que él naciera.Era viejo y en su hueco interior albergaba cantidades bestiales de cucarachas. Sólo se escuchaban las hojas del árbol chocando suavemente contra la ventana. Pero, ya de noche, ni bien su padreapagaba el televisor, cerraba la puerta del baño y se acostaba (era siempre el último en hacerlo), los ruidos detrás del ladrillo comenzaban su lenta amenaza. Poco a poco iban ganando la madrugada, llenandoel altillo con un criccc frig greeac, obligándolo a taparse las orejas con la almohada y a veces, en secreto, hasta a rezar.
La tercera noche Esteban no pudo soportarlo y bajó a buscar laprotección de sus padres. Ambos estaban muy dormidos, pero decidieron acompañarlo para comprobar de qué se trataba. Al llegar -por supuesto- el único ruido inquietante era el de las ramas del Paraíso quegolpeaban rítmicamente contra la ventana. Los padres lo consolaron diciéndole que no era nada, sólo el viento y algunas ramitas.
Ramitas. Qué ramitas: ratas, enormes ratas. Y cuando salgan –secubre con el acolchado- van a devorarme los pies –agita los pies-, la cabeza –apoya la almohada en su frente-, las manos… estas manos… todo. Tengo que hacer algo.
Se levanta, agitado por la...