Cuentos de Barro

Páginas: 15 (3610 palabras) Publicado: 22 de septiembre de 2014
HASTA EL CACHO.
Los nubarrones ensuciaban las tres de la tarde, como dedazos de lápiz. A lo lejos, en las aradas que iban bajando de los cerros pelones, se miraban las tierras como pintadas con yeso. En aquel paisaje, dibujado sobre pizarra de escuela, la montaña era como una resquebradura. Venía lloviendo por todos lados. El viento balanceaba su regadera sobre aquellos plantíos de tristeza.El polvo, despertado bruscamente, se desperezaba y se echaba a volar, como un fantasma. En la lejana azulidad de la costa, la tormenta iba empujando sus cortinas.


Pedrón y su hijo, dejando el arado y la yunta a merced de la lluvia, alcanzaron a llegar bajo un amate. Las primeras gotas palmeaban la tierra, precipitadamente y a tientas, como un ciego que ha perdido algo en el suelo. El terróndesflorado sonaba como un cuero, y olía como flor de tierra. Las hojas se enmantecaron de yá, agobiadas con el raudal cristalino. Los truenos pasaban, rodando como piedrencas en la barranca de la quebrada. De cuando en cuando el rayo encendía, de un fosforazo, su puro escandaloso.

—¡Qué aguacero, hijó!...
—¡Mire... tata, cómo sihacen los cocos... allá!...

Pedrón se pegó más al tronco del amate,con su brazo amplio protegía al cipote; una que otra gota, llena de colores, venía meciéndose de hoja en hoja, hasta caer en el aro viejo del sombrero. Las ramas, bajeras y anchas, dibujábanse en seco, sobre el terreno. Había en aquel refugio una suavidad hogareña. . .


—Cuando vos naciste taba lloviendo tieso...
—¿Eeee?...
—Meramente como hoy... Tu nana tenía friyo; jue como alas diez de la noche.
—¡Pobrecita mi nana!...
—Sí pué, pobrecita...

Había ido decayendo la lluvia; aflojando, languideciendo, agonizando. Una brisa de tarde dorada sacudía el agua de los matorrales. A lo lejos, los eucaliptos negros y secos se adentraban en el cielo gris, como rayos negativos. Como espuma lambía la neblina las lomas olvidadas. Rojos de barro, iban los regueritos buscando susalida por los surcos. Los bueyes, pintados allí por la frescura, rumiaban recordando... Al haz de la piedra de la tormenta, nacía el crepúsculo, como una florcita. Un sol mieludo untaba los cerros, que se agachaban desnudos y en grupo.

—Amonós, vos; ya se calmó.
—Mempapé el lomo...
—Ojalá no te vaya a repetir el paludís.
—Primero Dios...

Cruzaron el campo raso, hundiendo en el barropegajoso los pies oscuros. En aquel golfo de tierra negra, eran como dos agüegüechos heridos.
El shashaco Tadeyo llegó apriesa onde Pedrón
—Pedrón —le dijo—: Don Juan José tiene mercé de verte: sestá muriendo y te quiere hablar.
—¡Eeee?...
—Andá, hombre, el deseyo de los murientes hay que cumplirlo. Ya casi no pispileya, y sólo a vos te aguarda.
—¡Achís!... ¿Y qué me querrá el maishtro?—¡Antojos!...
—¿No mestás tirando, hombré?...
—¡Agüén!... ¡Por estas!...

Fueron apriesa por el caminito. La noche era oscura y los pies iban al tanteyo por el pedregal. En una vuelta, apareció la puerta en luz de la casa de don Juan José, el maestro albañil. Entraron, agachándose.
Desde allí se alvertía el ronquido del moribundo. Los familiares rodeaban la cama. Pedrón se acercó, con el sombrero en lamano. Se paró agarrado de la cabecera. Miró, tímido, los ojos pelados del enfermo.

—Si le puedo ser de servicio...
—Que me dejen solo con Pedro... —pidió, con temblorosa voz, el viejo—. Arrimáte, hermano;
óime tantito, antes de dirme...

Salieron todos. Pedrón se sentó, jalando un taburete. El viejo empezó a llorar sobre su estertor.

—Perdonáme, hermano!...
—¡Agüén!... ¿Y yo de qué?No siazareye, que liace daño.
—Tengo un pecado feyo, que no quiero dirme sin confesar...
—Si quiere, le llamo al padre.
—No. Es con vos, Pedro; porque a vos te se jue hecha la ofensa.
—¿A yo?...
—La Chica se metió conmigo. Nos véyamos descondidas tuyas. El Crispín es mijo...

Fue tan rudo el golpe asestado en el pecho de Pedrón, que éste no se movió; abrió un poco la boca. Sentía que una...
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