Cuentos míos

Enciendo un cigarrillo. Inhalo, exhalo, volteo a ver hacía la ventana y las lágrimas nublan mis ojos, esta soledad me está volviendo loca, los recuerdos me invaden y me sube la presión por el esfuerzo de todos estos días para dejar de llorar. Veo mis pies subiendo las escaleras, paso al lado del cello que tanto disfrutaba oírle tocar, escucho la infelicidad de la ciudad, gruñidos provenientesdel dragón del vecino, inhalo y exhalo, vuelvo a entrar en mis recuerdos, me doy cuenta de cómo vestía con esa túnica blanca y dorada, como sonreía, como mis pensamientos me traían felicidad. Entro a la habitación, todo dentro del recuerdo, y mi sonrisa se desvanece, con una imagen todos los colores se transforman al negro, al gris, ni siquiera al blanco. Lo veo, a él, a la persona que me hizo serquien soy, que me devolvió mis esperanzas, mis sueños, la persona que hizo que me enamorara de mis días, de la vida y lo que hay en ella. Quien me cambiaba de humor con una sonrisa y ya no lo podrá hacer más, porque allí en el piso tirado estaba su cadáver y con él un sobre el cual traía dos hojas, una del médico y otra una carta, leí la del médico por curiosidad era del Hospital San Mungo en elladecía que en cualquier momento podría morir, que era mejor para hacer sufrir menos a sus seres queridos que se quedará dentro del hospital, que su enfermedad no tenía cura. Lancé la hoja lejos, recuerdo mi enfado y las lágrimas, muchas de ellas. Veo la carta y la guardo en mi bolsillo, limpio un poco las gotas que no dejaban de caer y tomo mi varita temblando, doy aviso a la policía y bajo aesperarlos, llegan rápido un par de preguntas y se van, de hecho, no solo se van, si no que se llevan consigo a la única persona que he amado. Inhalo y exhalo, tiro las cenizas lejos y apago el cigarrillo, mi cabeza da vueltas, hace mucho que no fumaba. Le había prometido no hacerlo. Al irse el cigarro, quedo sin distracciones, los recuerdos vuelven a aflorar en mi memoria, ahora se encuentra en ellael día en que nos conocimos.
Escaleras y más escaleras, la rutina de cada día, esperaba el autobús después de una pelea, ellas podrían rastrear mi escoba, pero esta cosa muggle…pues nunca, intenté fingir una sonrisa que no surte efecto, es verano, pero las cicatrices no me permitían andar vestida con camisetas de manga corta, subí a la micro, quedaban dos asientos desocupados, pensé “perfecto” ysonreí, pero esa sonrisa se fue en cosa de segundos, nadie se sienta a mi lado, un par de señoras ya mayores me miran mal y se van hacia atrás, el bus para y se sube un chico pelirrojo de bonitos ojos y de aspecto casual con varios libros en la mano, veo su varita en el bolsillo como si fuera un lápiz y sé que es un mago, debía de tener unos veinte años a lo más. Dejo de mirarlo y pierdo la miradaen el paisaje mientras recuerdo la mañana, gritos, peleas, conflictos. Recuerdo que fui la imbécil que ocasiono la pelea de ese día, “¿Qué no piensas comer nada, Mei?” había preguntado mi madre esquizofrénica después de haber peleado con mi padre una vez más, “Si, claro” respondí con un tono sarcástico que le descuadro la cara y la irrito “Meideana, tenemos la suficiente comida para que puedascomer ¿sabías?, así que toma tu vaso y, al menos, sírvete una leche que estas esquelética y ni el mismísimo Dumbledore, que en paz descanse, podría ponerte un poco más de cuerpo ” me gritaba con lágrimas en los ojos. Entonces aparece mi hermana con su típica forma de llamar la atención, el llanto, gritaba de un lado para otro que estaba enferma de escucharnos pelear, que yo era una pobre estúpidasin propósitos reales en la vida, que se dejará de preocupar por mí. Mi mamá la abraza, la consuela y me mira con una mueca de decepción que me provoca lástima por mí misma y al recordarle se cristalizan mis ojos, el chico pelirrojo se me acerca y me bajo las mangas para ocultar las cicatrices.
- A mi me parecen muy lindas -me dice con una sonrisa.
- No, ni siquiera lo hice bien -digo sollozando...