cuentos realistas

Páginas: 7 (1696 palabras) Publicado: 13 de septiembre de 2015
CUENTOS
REALISTAS
AL ABRIGO
A LA DERIVA

JUAN JOSÉ
SAER
HORACIO
QUIROGA

Al abrigo
Un comerciante de muebles que acababa de comprar un sillón de
segunda mano descubrió una vez que en un hueco del respaldo una de
sus antiguas propietarias había ocultado su diario íntimo. Por alguna
razón --muerte, olvido, fuga precipitada, embargo-- el diario había
quedado ahí, y el comerciante, experto enconstrucción de muebles, lo
había encontrado por casualidad al palpar el respaldo para probar su
solidez. Ese día se quedó hasta tarde en el negocio abarrotado de
camas, sillas, mesas y roperos, leyendo en la trastienda el diario
íntimo a la luz de la lámpara, inclinado sobre el escritorio. El diario
revelaba, día a día, los problemas sentimentales de su autora y el
mueblero, que era un hombreinteligente y discreto, comprendió
enseguida que la mujer había vivido disimulando su verdadera
personalidad y que por un azar inconcebible, el la conocía mucho mejor
que las personas que habían vivido junto a ella y que aparecían
mencionadas en el diario. El mueblero se quedó pensativo. Durante un
buen rato, la idea de que alguien pudiese tener en su casa, al abrigo
del mundo, algo escondido --un diario,o lo que fuese--, le parecía
extraña, casi imposible, hasta que unos minutos después, en el
momento en que se levantaba y empezaba a poner en orden su
escritorio antes de irse para su casa, se percató, no sin estupor, de que
él mismo tenía, en alguna parte, cosas ocultas de las que el mundo
ignoraba la existencia. En su casa, por ejemplo, en el altillo, en una
caja de lata disimulada entrerevistas viejas y trastos inútiles, el
mueblero tenía guardado un rollo de billetes, que iba engrosando de
tanto en tanto, y cuya existencia hasta su mujer y sus hijos
desconocían; el mueblero no podía decir de un modo preciso con qué
objeto guardaba esos billetes, pero poco a poco lo fue ganando la
desagradable certidumbre de que su vida entera se definía no por sus
actividades cotidianas ejercidas a laluz del día, sino por ese rollo de
billetes que se carcomía en el desván. Y que de todos los actos, el
fundamental era, sin duda, el de agregar de vez en cuando un billete al
rollo carcomido.
  

Mientras encendía el letrero luminoso que llenaba de una
luz violeta el aire negro por encima de la vereda, el
mueblero fue asaltado por otro recuerdo: buscando un
sacapuntas en la pieza de su hijomayor, había encontrado
por casualidad una serie de fotografías pornográficas que
su hijo escondía en el cajón de la cómoda. El mueblero las
había vuelto a dejar rápidamente en su lugar, menos por
pudor que por el temor de que su hijo pensase que el tenía
la costumbre de hurgar en sus cosas. Durante la cena, el
mueblero se puso a observar a su mujer: por primera vez
después de treinta años le venía ala cabeza la idea de que
también ella debía guardar algo oculto, algo tan propio y
tan profundamente hundido que, aunque ella misma lo
quisiese, ni siquiera la tortura podría hacérselo confesar. El
mueblero sintió una especie de vértigo. No era el miedo
banal a ser traicionado o estafado lo que le hacía dar
vueltas en la cabeza como un vino que sube, sino la
certidumbre de que, justo cuando estabaen el umbral de la
vejez, iba tal vez a verse obligado a modificar las nociones
mas elementales que constituían su vida. O lo que el había
llamado su vida: porque su vida, su verdadera vida, según
su nueva intuición, transcurría en alguna parte, en lo negro,
al abrigo de los acontecimientos, y parecía mas
inalcanzable que el arrabal del universo.

Juan José
Saer
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INICIO

El

hombre pisóalgo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie.
Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que,
arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque.
El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre
engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio
la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero...
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