Cuentos
Ya recordé cómo era su cara cuando nos fuimos; debí habérselo dicho entonces; era un poco más adulta que la que tiene en el retrato. Traía unos libros en la mano; recuerdo uno de Cortázar que me leía a diario; una maleta en la espalda y unos pinceles que me regaló. Me dijo que se quedaría, que su madre no lo había creídopero que se lo dijo, que quizá llamaría algunas veces. Estaba tan bonito, como un soldadito de madera, con los pómulos rosados, la nariz blanca; siempre con las pestañas como si acabara de pintárselas, y traía un pantalón azul y el cabello sin peinar. También parecía un jovencito que salía de la escuela. Decidí decírselo después, no pasaría nada, no pasó. Hoy no ha pasado, solo se va, como encualquier otro momento lo haría, en otro lugar o en otra circunstancia, pero lo haría. Quizá su madre no me estaría mirando así, tal vez la pared no estaría agrietada y yo no me entretendría con esa línea que baja desde el techo hasta el suelo. Me siento culpable, pero a veces creo que no lo soy, la muerte llega siempre, hasta para los que no quieren que llegue.
Su madre llamó varias veces. Cuandoyo le contestaba me maldecía y gritaba que se lo pasara al teléfono. El se ponía las manos en la cabeza y le hablaba; unas veces se desesperaba tanto que gritaba y colgaba; de inmediato sonaba otra vez, tardaba en contestar pero lo hacía, y la saludaba como un niño: “hola mamá”, y todo volvía a empezar. “No me grites mamá, soy esto, entiéndeme, no quiero volver, estoy bien aquí”. Colgaba y sedormía, y sé que debí decírselo entonces, cuando hubo tiempo de que se arreglara con su madre y yo pudiera seguir solo. A fin de cuentas así he estado desde que existo, o por lo menos desde que sé que lo hago. Siempre, cuando despertaba, tomaba el teléfono como si hubiera olvidado lo que pasó, la llamaba y se ponía triste por la manera como le hablaba.
Un día decidió no llamar más, y parecía no estardeprimido. Se paró en frente del caballete a verme pintar y dijo algo como que ya estaba bien, que seguiría conmigo, que nadie podía prohibírselo; sé que debí haberlo dicho entonces, debí haberle dicho que se fuera pero no tuve el coraje, solo permití que me besara, que me tocara y que me quitara la ropa; solo quise que siguiera lamiéndome la espalda, que respirara en mi cuello y en mis orejas;que me mordiera, que me dijera cosas extrañas que seguramente sacó de alguno de sus libros. Tenía el cabello enredado, y no abría los ojos más que para ver en qué parte de mi cuerpo estaba. No se preocupaba por dónde ponía su lengua, solo lo hacía, sonreía, y no se lo dije, no lo hice; gemía, a ratos me preguntaba si me dolía, si tenía miedo. Le dije que no, que siguiera.
Apretaba mis manos...
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