Cuentos

I

Ese día jugué como hasta las 4 de la tarde, a pesar de la insistencia de mis amigos a la que generalmente cedía. Pero esta vez algo me decía que no. Era hora de volver a casa, talvez era tiempo de disfrutarla más. Quien lo creyera, un "hombre" de 12 años pensando así.
Hay cosas en la vida que no se explican. Querer estar en casa a las 4 de la tarde cuando podía disfrutar del mundo, aunquese redujera a los parques y la panadería del barrio, no dejaba de ser algo realmente extraño.

De camino vi a la gente que generalmente se encuentra en el mismo sitio. Juan el de la carnicería, por ejemplo, no dejaba de afilar su cuchillo sobre el viejo tronco que estaba detrás del mostrador. Entre mis amigos se decía que con ese cuchillo había cometido algún crimen, crimen que se veía reflejadoen la cicatriz que le recorría la cara. Esa era la única prueba que teníamos, pero era una prueba y eso nos era suficiente.

Antes de voltear la esquina encontré al ser más despiadado que había conocido en todos mis 12 años. Sus ojos tenían la mismísima mirada del demonio, aunque nunca había visto a semejante ser. De su boca escurría una gran cantidad de líquido pegajoso, sobre su basta pieltenía marcas profundas de dientes. Por lo menos alguien en el mundo se había atrevido a enfrentarlo, cosa que yo jamás haría. Ni siquiera pasaría por su lado, por eso cruce la otra acera disimulando que ese era mi camino, debía evitar que se enterara del profundo miedo que me producía. Ese perro nos tenían entre ojos, a mis amigos a mi, desde el día que se quedó con toda la pierna de Paul,afortunadamente era la del pantalón. Pero Paul no se salvó del todo, porque al llegar a casa encontró otra fiera, su mamá.

No sé si ver el enorme cuchillo o la fiera era presagio de lo que a unos cuantos pasos me esperaría. Llegué a casa algo agitado, las piernas me temblaban aunque yo no quería que lo hicieran. EL corazón lo sentía en la manzana de Adán y el pasar la poca saliva que tenía no erasuficiente para volverlo a su sitio. Era miedo, lo que tenía era miedo, pero, ¿qué debía temer si iba a llegar a mi hogar , a mi refugio, a mi casa, al lugar que me resguardaba de todo? Llegué, timbré, di un paso atrás y nadie me abrio, entonces fui a una de las ventanas, la que daba justo a la cocina. Tuve que saltar, sujetarme de la reja y quedar allí suspendido un segundo, que se convirtio en elpeor de mi vida. Caí al piso con las rodillas flexionadas y así duré no sé cuanto tiempo. El mundo se me paralizó- al igual que mis piernas-

¿ Por qué no volví a timbrar? Tal vez no había sonado el timbre o quizás... estaban muy ocupados como para oirme.
Un segundo suspendido en el aire, agarrado de la reja, raspándome las rodillas contra la pared, un segundo que cambio mi vida.

No supe cuantotiempo había pasado desde que caí hasta que reaccioné, pero cuando lo hice corrí y corrí y corrí con tal fuerza que no sentía mis piernas, sólo el viento en mi cara. Estaba lleno de rabia, de miedo, queria llorar pero pensé que un verdadero hombre no debía hacerlo en ese momento. Sólo corría, no veía calles, ni gente, no veía a nadie, sólo corría y sentía el viento. No sé a donde quería llegarpero buscaba un destino, algún buen lugar para detenerme. Pero no lo encontré. Si paré fue porque mi cuerpo débil no aguantó. Creo que realmente buscaba era no recordar aquella imagen de un segundo, pero hoy, después de 20 años , aún no la logro olvidar.







II


Esa semana tuve un extraño encuentro, parece que había tropezado con la felicidad. Salimos muy temprano con Paul - el chicoque tenía una fiera en casa- y nos dirigimos al mejor lugar del barrio, el único que podíamos sentir verdaderamente nuestro. Estábamos seguros que nadie lo conocía, era nuestro secreto y pretendiamos guardarlo por siempre. Teníamos que ir en bicicleta. Pasábamos por todos aquellos lugares comunes en nuestra vida. Por las calles empedradas, por el parque de todos, por la carnicería. La vida...