Cuentos

Páginas: 18 (4259 palabras) Publicado: 20 de agosto de 2015
El anillo
Siempre fuimos pobres, señor, y siempre fuimos desgracia­dos, pero no tanto como ahora en que la congoja campea por mis cuartos y corrales. Ya sé que el mal se presenta en cualquier tiempo y que toma cualquier forma, pero nunca pensé que tomara la forma de un anillo. Cruzaba yo la Plaza de los Héroes, estaba oscureciendo y la boruca de los pájaros en los laureles empezaba a calmarse.Se me había hecho tar­de. "Quién sabe qué estarán haciendo mis muchachos", me iba yo diciendo. Desde el alba me había venido para Cuer­navaca. Tenía yo urgencia de llegar a mi casa, porque mi es­poso, como es debido cuando uno es mal casada, bebe, y cuando yo me ausento se dedica a golpear a mis muchachos. Con mis hijos ya no se mete, están grandes señor, y Dios no lo quiera, pero podríandevolverle el golpe. En cambio con las niñas se desquita. Apenas salía yo de la calle que baja del mercado, cuando me cogió la lluvia. Llovía tanto, que se ha­bían formado ríos en las banquetas. Iba yo empinada para guardar mi cara de la lluvia cuando vi brillar a mi desgracia en medio del agua que corría entre las piedras. Parecía una serpientita de oro, bien entumida por la frescura del agua. A su ladose formaban remolinos chiquitos.
"¡Ándale, Camila, un anillo dorado!" y me agaché y lo cogí. No fue robo. La calle es la calle y lo que pertenece a la calle nos pertenece a todos. Estaba bien frío y no tenía nin­guna piedra: era una alianza. Se secó en la palma de mi ma­no y no me pareció que extrañara ningún dedo, porque se me quedó quieto y se entibió luego. En el camino a mi casa me iba yodiciendo: "Se lo daré a Severina, mi hijita mayor". Somos tan pobres, que nunca hemos tenido ninguna alhaja y mi lujo, señor, antes de que nos desposeyeran de las tierras, para hacer el mentado tiro al pichón en donde nosotros sembrábamos, fue comprarme unas chanclitas de charol con trabilla, para ir al entierro de mi niño. Usted debe de acor­darse, señor, de aquel día en que los pistoleros deLegorreta lo mataron a causa de las tierras. Ya entonces éramos pobres, pero desde ese día sin mis tierras y sin mi hijo mayor, hemos quedado verdaderamente en la desdicha. Por eso cualquier gustito nos da tantísimo gusto. Me encontré a mis mucha­chos sentados alrededor del corral.
—¡Anden, hijos! ¿Cómo pasaron el día?
—Aguardando su vuelta —me contestaron. Y vi que en to­do el día no habían probadobocado.
—Enciendan la lumbre, vamos a cenar.
Los muchachos encendieron la lumbre y yo saqué el ci­lantro y el queso.
—¡Qué gustosos andaríamos con un pedacito de oro! —dije yo preparando la sorpresa—. ¡Qué suerte la de la mujer que puede decir que sí o que no, moviendo sus pendientes de oro!
—Sí, qué suerte... —dijeron mis muchachitos.
—¡Qué suerte la de la joven que puede señalar con su de­do paralucir un anillo! —dije.
Mis muchachos se echaron a reír y yo saqué el anillo y lo puse en el dedo de mi hija Severina. Y allí paró todo, señor, hasta que Adrián llegó al pueblo, para caracolear sus ojos de­lante de las muchachas. Adrián no trabajaba más que dos o tres veces a la semana reparando las cercas de piedra. Los más de los días los pasaba en la puerta de "El Capricho" mi­rando cómocomprábamos la sal y las botellas de refrescos. Un día detuvo a mi hijita Aurelia.
—¿Oye, niña, de qué está hecha tu hermanita Severina?
—Yo no sé... —le contestó la inocente.
—Oye, niña, ¿y para quién está hecha tu hermanita Se­verina?
—Yo no sé... —le contestó la inocente.
—Oye, niña, ¿y esa mano en la que lleva el anillo a quién se la regaló?
—Yo no sé... —le contestó la inocente.
—Mira, niña, dile a tuhermanita Severina que cuando compre la sal me deje que se la pague y que me deje mirar sus ojos.
—Sí, joven —le contestó la inocente. Y llegó a platicarle a su hermana lo que le había dicho Adrián.
La tarde del siete de mayo estaba terminando. Hacía mucho calor y el trabajo nos había dado sed a mi hija Seve­rina y a mí.
—Anda, hija, vé a comprar unos refrescos.
Mi hija se fue y yo me quedé...
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