Dentista
patria potestas;
no es el rey, juez, jefe de clan. Es el poder,aislado en su misma potencia, sin relación ni compromiso con el mundo exterior. Es laincomunicación pura, la soledad que se devora a sí misma y devora lo que toca. No pertenece anuestro mundo; no es de nuestra ciudad; no vive ennuestro barrio. Viene de lejos, está lejos siem-pre. Es el Extraño. Es imposible no advertir la semejanza que guarda la figura del "macho" con ladel conquistador español. Ése es el modelo —más mítico que real— que rige las representacionesque el pueblo mexicano se ha hecho de los poderosos: caciques, señores feudales, hacendados,políticos, generales, capitanes de industria. Todos ellos son "machos","chingones".El "macho" no tiene contrapartida heroica o divina. Hidalgo, el "padre de la patria", como escostumbre llamarlo en la jerga ritual de la República, es un anciano inerme, más encarnación delpueblo desvalido frente a la fuerza que imagen del poder y la cólera del padre terrible. Entre losnumerosos santos patronos de los mexicanos tampoco aparece alguno que ofrezca semejanza conlas grandesdivinidades masculinas. Finalmente, no existe una veneración especial por el Dios padrede la Trinidad, figura más bien borrosa. En cambio, es muy frecuente y constante la devoción aCristo, el Dios hijo, el Dios joven, sobre todo como víctima redentora. En las iglesias de los pueblosabundan las esculturas de Jesús —en cruz o cubiertas de llagas y heridas— en las que el realismodesollado de losespañoles se alía al simbolismo trágico de los indios: las heridas son flores, prendasde resurrección, por una parte y, asimismo, reiteración de que la vida es la máscara dolorosa de lamuerte.El fervor del culto al Dios hijo podría explicarse, a primera vista, como herencia de las religionesprehispánicas. En efecto, a la llegada de los españoles casi todas las grandes divinidades masculinas—con laexcepción de Tláloc, niño y viejo simultáneamente, deidad de mayor antigüedad— erandioses hijos, como Xipe, dios del maíz joven, y Huitzilopochtli, el "guerrero del Sur". Quizá no seaocioso recordar que el nacimiento de Huitzilopochtli ofrece más de una analogía con el de Cristo:también él es concebido sin contacto carnal; el mensajero divino también es un pájaro (que dejacaer una pluma en el regazode Coatlicue); y, en fin, también el niño Huitzilopochtli debe escaparde la persecución de un Herodes mítico. Sin embargo, es abusivo utilizar estas analogías paraexplicar la devoción a Cristo, como lo sería atribuirla a una mera supervivencia del culto a losdioses hijos. El mexicano venera al Cristo sangrante y humillado, golpeado por los soldados,condenado por los jueces, porque ve en él la...
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