Derecho
Supongo que si te digo que en esta escena de la Iliada lo que en el fondo está contando Homero son los albores de la democracia pensarás que te estoy tomando el pelo. Y sin embargo me parece que es de eso precisamente de lo que se trata. Los reyes y príncipes de cada uno de los pueblos griegos aliados contra Troya habían llegado al trono por loscaminos habituales de los que hemos hablado en el capítulo anterior: destacaban por su fuerza o por su astucia y provenían de familias a las que por derecho de sangre (¡si es que los espermatozoides pueden dar «derecho» a algo en política!) correspondía el mando. Cuando se encontraron embarcados en la guerra contra Troya, cada cual se sintióigual a los demás héroes aunque aceptaron como jefe a Agamenón,tanto por razones militares como porque la expedición se había convocado para recuperar a su cuñada Helena, esposa poco fiable de su hermano Menelao. Pero en cuanto Agamenón se extralimitó en sus privilegios de jefe ocasional y ofendió a uno de sus iguales, al héroe Aquiles, se montó un pollo de mucho cuidado. Cuando los jefes aqueos se pusieron a discutir, nadie dudaba que a fin de cuentas seharía lo que decidiera la mayoría; y que si la mayoría decidía quedarse pero algunos preferían irse, nadie se lo iba a impedir. El sibilino Ulises abogó porque se obedeciera a Agamenón como autoridad única, pero siempre por razones de utilidad circunstancial, no porque creyese que el fiero atrida tenía algún derecho genealógico o divino para imponerse como jefe. La opinión, sensata como casisiempre, de Ulises era que más valía obedecer a uno sólo para enfrentar el peligro ante el que se hallaban que dar muestras de división y rencillas en las mismísimas narices del enemigo. De igual forma, Aquiles se había retirado del combate cuando se cabreó y nadie tenía autoridad suficiente para ordenarle volver a la guerra (por favor, no vayas a creer que Aquiles era algo así como un insumiso deaquellos tiempos, que ninguno fue menos pacifista que él...).
En resumen, los jefes aqueos se consideraban iguales, se hablaban como iguales, discutían y decidían entre iguales (aunque algunos fueran más influyentes o más respetados que otros, por lo bien que argumentaban o por la mucha experiencia que tenían) y no admitían un jefe supremo más que en tanto les convenía y sólo mientras se comportase...
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